CON OTRA MIRADA

El mal gusto

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El hombre complementa el placer de vivir creando arte, que con el paso del tiempo incorporó a otra faceta, como la de resolver problemas perentorios, produciendo instrumentos, herramientas y máquinas. Por su parte, con el urbanismo ofrece calles y espacios públicos que cobijan actividades al aire libre, en tanto que con la arquitectura crea espacios interiores para satisfacer funciones administrativas, de salud, vivienda o recreación, cuyas fachadas hacia el exterior armonizan con la ciudad. Por eso sorprende cuando alguien, sin contar con el conocimiento necesario y las herramientas culturales para hacerlo, de manera irresponsable los mutila, destruyendo su naturaleza.

El automóvil es quizás la máquina que más transformaciones ha tenido sin dejar de cumplir la función para la que fue hecha. Su industrialización, prodigio del siglo XX, ofreció al consumidor un medio de transporte que le permitió descubrir el mundo a su alrededor. El diseño transformó su precedente tirado por bestias, ajustándolo, entre otros factores, al motor y al sistema de transmisión, sin dejar de proporcionar comodidad y lujo. Su evolución ha sido obvia y su diseño ha llegado a constituir un icono artístico de su época.

Un factor omnipresente en su diseño ha sido la resistencia del viento, asunto que trata la aerodinámica, la que una vez superada admite alcanzar mayor velocidad. Con eso, la ingeniería automotriz debe garantizar seguridad, capacidad de frenado en corta distancia y un sinfín de cualidades que la máquina habrá de tener para satisfacer las especificaciones que alguien más definió a fin de garantizar el producto.

Cuando una obra de esas es modificada, necesariamente pierde sus características, dejará de funcionar como fue concebida y por lo tanto será insegura.

Para ejemplificar lo expuesto, ¿recuerda usted el carro de la Familia Munster? Era una réplica de la “mansión” y el cofre del motor era prácticamente un sarcófago; es decir, una aberración automovilística, solo justificable para la serie de TV. Pero qué sucede con aquel vecino que de su VW raspahielos hace una caricatura de un Rolls Royce. Todo VW de ese tipo lleva un motor de cuatro cilindros atrás, en tanto que bajo el cofre de un Rolls (adelante) puede haber un motor de ocho o 12 cilindros en línea… ¡absurdo! ¿No?

Algo similar sucede con la arquitectura. La Antigua Guatemala, por ejemplo, se ha convertido en símbolo de ciudad histórica conservada y su arquitectura reconocida a nivel mundial, de ahí que Unesco la identificara como un bien cultural de valor excepcional en 1979, catalogándola como Patrimonio de la Humanidad. Localmente la casa antigüeña se transformó en un símbolo aspiracional de lo que la nuestra debe ser, por lo que sin mayor consideración ni escrúpulo se copian elementos arquitectónicos, se mezclen sin orden ni concierto y se sacan de contexto, pretendiendo hacer arquitectura “estilo colonial”.

Con esa práctica de diseño y construcción se desnaturaliza la arquitectura y se crean absurdos. Veamos, por ejemplo, Cayalá y por todas partes, otras malas copias de arquitectura tanto local como internacional que, como con el carro de los Munster, se propicia el gusto por el mal gusto.

Aunque si de consuelo sirve, esa falencia no es invento chapín. Basta ver lo que se hace, por ejemplo, en la híper millonaria Dubái, en donde las casas en las islas artificiales, en forma de palmera, recuerdan la arquitectura californiana (colonial) y al interior de los grandes hoteles de arquitectura modernista predomina la decoración ostentosa, pero no la calidad del espacio.

jmmaganajuarez@gmail.com

ESCRITO POR:

José María Magaña

Arquitecto -USAC- / Conservador de Arquitectura -ICCROM-. Residente restauración Catedral Metropolitana y segundo Conservador de La Antigua Guatemala. Cofundador de la figura legal del Centro Histórico de Guatemala.