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Cómo y cuándo llegó Francia a ser tanto o más importante que Estados Unidos para América Latina (y qué queda de esa relación “especial”)

Hoy día Francia parece tan alejada de los asuntos latinoamericanos, que a muchos probablemente les sorprenderá leer que América Latina es originalmente un invento francés.

Pero como recuerda Gaspard Estrada, director ejecutivo del Observatorio Político de América Latina y el Caribe (OPALC) de Sciences Po, el concepto nació a mediados del siglo XIX, en París.

Francia vivía por esos días su Segundo Imperio y faltaba poco para que Napoleón III ordenara la segunda invasión francesa de México.

Y la noción de una América “latina” —y ya no simplemente “hispana” o “ibérica”— le servía a la potencia europea para reivindicar mayor protagonismo en un continente cuyos movimientos de independencia ya había alimentado con las ideas de su revolución.

“El propio Bolívar y sobre todo Francisco de Miranda estuvieron en Europa, muy influenciados por la Revolución Francesa y las ideas de la ilustración”, le recuerda Estrada a BBC Mundo.

“De hecho, Miranda incluso participó en la batalla de Valmy, y por ende su nombre está en el Arco del Triunfo, aquí en París”, destaca el académico franco-mexicano.

Y esa identificación con el espíritu de las luces de la Revolución Francesa entre los próceres de la independencia —especialmente los de la región andina— dejó huellas que todavía son visibles en la América Latina de hoy.

Un siglo de influencia

Un buen ejemplo es la influencia del Código Civil Napoleónico en el ordenamiento jurídico latinoamericano.
“Pero también pienso en países como en Colombia, en donde el modelo político y administrativo tienen un vínculo muy fuerte con Francia”, le dice a BBC Mundo el director ejecutivo de OPALC.

Por lo demás, durante el siglo XIX, ni siquiera el fracaso de la aventura napoleónica en México —que se salda con la ejecución de Maximiliano I en 1867— logró reducir significativamente la influencia y ambiciones francesas en la región.

Fue Francia, por ejemplo, la primera en tratar de construir un canal interoceánico en tierras americanas, aunque la Compagnie Universelle du Canal Interocéanique de Panama se terminó declarando en quiebra y fue liquidada en 1899.

Y durante el largo gobierno del presidente mexicano Porfirio Díaz —quien murió en el exilio en París en 1915— Francia todavía era el gran referente, el país al que México aspiraba a imitar.

El ascenso de EE.UU.

En contraste, cuando hace 20 años los padres de Yaneli González decidieron optar por el francés en lugar del inglés como segunda lengua en el colegio, a esta joven mexicana le costó comprender por qué.

“El francés en México es un idioma de élite. Si acaso es el tercer idioma que estudias, porque primero está el inglés. Entonces a mí no me parecía útil en absoluto. Me decía: ¿por qué estudio esto?”, le dice González a BBC Mundo.

“El tema es que nosotros estamos demasiado cerca de Estados Unidos. Y casi todo el mundo sueña con Estados Unidos”, explica la joven mexicana, quien ahora trabaja en París.

Y algo parecido se puede decir del resto de América Latina, que en el siglo XX vio como EE.UU. desplazaba definitivamente a Francia para convertirse en la influencia predominante en toda la región.

Esa fue una consecuencia tanto de la política exterior estadounidense —empezando por el “América para los americanos” de la denominada Doctrina Monroe— como de la realidad económica y política de América Latina.

Pero también de la propia realidad de una Francia ya sin pretensiones imperiales, que también tuvo que concentrarse por mantener presencia y vigencia en su zona natural de influencia: sus antiguas colonias en África y el Medio Oriente.

París, capital latinoamericana.

Varios factores, sin embargo, permitieron que durante el siglo XX Francia también conservara una influencia hasta cierto punto desproporcionada para su tamaño y presencia en tierras latinoamericanas.

“Durante las dictaduras militares de la segunda mitad del siglo XX una buena parte de la élite intelectual y política de América Latina se marchó al exilio en Francia”, es una de las razones ofrecidas por Estrada.

“Y, para muchos escritores, la capital de América Latina estaba en París”, destaca el investigador de Sciences Po.

Efectivamente, el peso de París en la vida intelectual y cultural de América Latina en esa época era tal que el propio Mario Vargas Llosa ha dicho que fue en la capital francesa donde se descubrió latinoamericano, algo que cree también le pasó a muchos escritores de su generación.

“Hasta entonces me sentía un peruano que soñaba con convertirse, desde el punto de vista cultural, en un europeo, incluso tal vez un francés”, le confesó Vargas Llosa en 1993 a Radio Francia.

“Pero en París descubrí que no era un europeo. Y también que era algo más que un peruano: que pertenecía a una comunidad cultural, a una familia cultural, mucho más grande que el Perú”, agregó en esa entrevista el futuro ganador del Nobel de literatura.

Y, ciertamente, la élite latinoamericana ya no se va de compras a París, sino a los malls de Miami.

Y aquella América Latina que a la imagen del Dr. Juvenal Urbino —uno de los protagonistas de “Amor en tiempos del cólera” de Gabriel García Márquez— aspiraba a educar a su élite en Francia, ya casi no existe, pues hoy en día la primera opción también acostumbra ser EE.UU.

Imán para estudiantes

Aún así, miles de estudiantes latinoamericanos siguen llegando a estudiar a Francia todos los años, como hizo en su momento Yaneli González para cursar una maestría en comunicación digital en la prestigiosa Sorbona de París.

De hecho, con aproximadamente 20.000 estudiantes por año, Francia es hoy por hoy el tercer destino universitario de los jóvenes latinoamericanos, por detrás de EE.UU. y España.

“Somos un grupo bastante mezclado, entre la gente que venimos con programas de becas y los hijos de la élite”, le dice a BBC Mundo González.

Y lo mismo puede decirse de la comunidad latinoamericana de Francia en su conjunto, que hace tiempo dejó de estar dominada por estudiantes, artistas, intelectuales y exiliados políticos, para incluir a cada vez más trabajadores que llegan en busca de una oportunidad laboral.

Efectivamente, según las cifras más recientes de Naciones Unidas, por ejemplo, en 2015 Francia era el hogar de cerca de un cuarto de millón de personas llegadas de América Latina y el Caribe (aunque la cifra se reduce a 168.263 si se excluye a Haití).

Eso es, de hecho, casi el doble de la población inmigrante latinoamericana en territorio galo en 1990.

Y los nuevos migrantes ya no son los exiliados políticos argentinos y chilenos, como en la década de 1970, sino jornaleros andinos.

“La nueva migración latinoamericana viene de una España en la que falta el trabajo”, explica Olga Lucía González, investigadora asociada del grupo de investigación en migración y sociedad (URMIS) de la universidad Paris Diderot.

“Cada vez se ven más peruanos, colombianos, ecuatorianos y algunos bolivianos”, le dice a BBC Mundo.

Y, para González, aunque la comunidad latinoamericana en Francia no es políticamente significativa, tiene un peso cultural mucho mayor que el que sus números permitirían suponer.

Con el idioma por delante

Curiosamente, esa también una descripción que se podría aplicar a la presencia cultural de Francia en América Latina.
En la región opera la mayor red de la Alliance Française en el mundo, con 250 centros de enseñanza de idiomas que llevan “la lengua y cultura francesa” a unos 140.000 estudiantes latinoamericanos.

Y según el Ministerio de Relaciones Exteriores de Francia, en la región también funcionan cinco Institutos Franceses, dos Casas de Francia así como liceos franceses “en la casi totalidad de los países de la zona”: 36 en total.

Para Gaspard Estrada, es precisamente ese tendido el que le ha permitido a Francia continuar siendo un referente “a pesar de que en el plano político y en la política exterior francesa ha estado bastante ausente de América Latina en los últimos años”.

Y Francisco Queiruga, director de la Cámara de Comercio Latinoamericana en Francia, considera que ya es tiempo que esa influencia cultural abra más oportunidades económicas en la región.

“Gracias a esa apolítica de influencia cultural las compañías francesas tienen un terreno bien abonado en América Latina”, le dice a BBC Mundo Queiruga, quien estima que actualmente hay entre 800 y 900 empresas galas operando en la región.

Y el empresario considera que cada vez se están abriendo más oportunidades para estas en la zona

Gaspard Estrada coincide. Y además cree que lo mismo está pasando desde el punto de visto político, especialmente a partir de la elección de Donald Trump en EE.UU.

¿Momento de oportunidades?

Para Estrada, tanto a Francia —que ya había empezado una nueva política de acercamiento con la región bajo el gobierno de François Hollande— como a América Latina tienen “un interés común de defender un orden internacional basado en el multilateralismo”.

“Y por razones diferentes México y América del Sur se están planteando su modelo de desarrollo: México por la cuestión de la renegociación del TLC con EE.UU. y el resto del continente por la crisis de las commodities y el cambio de modelo de desarrollo de China”, explica.

Para el investigador de Sciences Po, todo esto “abre la posibilidad de que América Latina no reemplace una relación privilegiada con EE.UU. con una relación privilegiada con China”.

Y espacio para crecer hay mucho; pues el intercambio comercial entre Francia y América Latina apenas ronda los 22.000 millones de euros.

Pero además, más de la mitad de esa cifra corresponde a exportaciones francesas, aunque las mismas solo sumaron el 2,7% de todo lo exportado por Francia en 2013.

Aunque queda por verse si Francia —y a través suyo la Unión Europea— querrán y sabrán aprovechar esa oportunidad.

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Y con una candidata ferozmente nacionalista y proteccionista como Marine Le Pen, y otro que hasta está proponiendo sumarse al ALBA como Jean-Luc Mélenchon, el resultado de las próximas elecciones francesas podría ser decisivo para el próximo capítulo de en la historia de esta relación especial.

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