Las fuerzas policiales dispersaron por la mañana con gases lacrimógenos a activistas que bloqueaban calles en Sao Paulo, Rio de Janeiro y otras ciudades.
Las mayores centrales sindicales convocaron por la tarde a marchas para denunciar en particular los proyectos de reforma del sistema de jubilaciones y de flexibilización de los contratos de trabajo.
Ambas iniciativas están en votación en el Congreso como parte del programa del Gobierno para enderezar las cuentas y sacar a Brasil de la peor recesión de su historia. Según datos oficiales publicados este viernes, el desempleo en la mayor economía latinoamericana alcanzó un nuevo nivel récord de 13.7%, con 14.2 millones de personas en busca de trabajo.
Una asesora de la Central Única de Trabajadores (CUT), ligada a la izquierda, dijo que la protesta se extendía por los 26 estados y el Distrito Federal, en centenas de ciudades, y aseguró que los incidentes registrados habían sido menores.
El mandatario, entre tanto, sigue las protestas desde Brasilia.
Para el Gobierno, la paralización es un fracaso: “Están impidiendo que las personas lleguen a sus lugares de trabajo. En un primer análisis, eso evidencia que es una huelga que no existe. Es más una huelga de sindicatos perturbados con las decisiones del Congreso”, dijo el ministro de Justicia, Osmar Serraglio, a la radio CBN.
La Cámara de Diputados dio el miércoles media sanción al texto base de una ley para flexibilizar los contratos de trabajo, otorgando más poder a los acuerdos colectivos y eliminando la contribución obligatoria a los sindicatos.
Sao Paulo
En Sao Paulo, motor económico y distrito más poblado del país, se produjeron algunos enfrentamientos entre manifestantes que obstruían arterias de la ciudad y la Policía, generando congestionamientos en el tránsito.
Después del mediodía, los trenes y el metro comenzaron a funcionar parcialmente, aunque los ómnibus seguían paralizados, reportaron medios locales.
Los comercios registraban un acatamiento parcial al cese de actividades, señaló un reportero.
“Ya no podemos quedarnos callados, con un gobierno que no es legítimo, que no fue elegido, que promueve una desarticulación de los derechos de los trabajadores y del pueblo brasileño”. Ricardo Jacques, empleado bancario.
Metalúrgicos, petroleros, personal de los hospitales y de los correos también anunciaron su adhesión a la protesta.
Temer, que tiene un apoyo de la población de apenas un 10%, reemplazó en 2016 a la presidenta Dilma Rousseff, del izquierdista Partido de los Trabajadores (PT), destituida por el Congreso bajo la acusación de manipular las cuentas públicas.
Rousseff había sucedido al dos veces mandatario Luis Inácio Lula da Silva (2003-2010) , actualmente asediado por causas de corrupción en el escándalo de Petrobras, que también golpea a buena parte del gabinete de Temer y a decenas de legisladores de todo el arco político.
Aeropuertos
El aeropuerto doméstico de Sao Paulo registró 12 vuelos cancelados y 18 atrasos de un total de 124 previstos, pero la empresa que lo administra no supo precisar si los trastornos tienen relación directa con la huelga.
En la terminal internacional paulista de Guarulhos, de las 157 llegadas y 124 partidas programadas se registraron 18 atrasos de aterrizajes, según un comunicado que divulgó la terminal. En Brasilia, la huelga afectó por la mañana a 32 de los 182 vuelos previstos y ocho debieron cancelarse.
La capital del país estaba sin servicio de autobuses y metro y con vallas que cercaban a los edificios del Congreso y la Presidencia, parte de un vasto operativo policial para impedir invasiones durante las protestas.
El Gobierno sigue de cerca el éxito o el fracaso de una huelga a la que se sumaron algunos de sus aliados, como Paulo Pereira da Silva, presidente de la central Fora Sindical y diputado de Solidariedade, partido de la base de Temer, que amenaza con pasar a la oposición si las reformas se aprueban sin modificaciones.
También la Conferencia Nacional de Obispos (CNBB) se sumó a las críticas y apoyó las movilizaciones.
Postura
La huelga nacional convocada por las centrales sindicales brasileñas contra las reformas impulsadas por el gobierno del presidente Michel Temer fueron un “fracaso” y la movilización fue “insignificante”, según la evaluación del ministro de Justicia, Osmar Serraglio.
Las manifestaciones “fueron insignificantes y no tuvieron la expresión que se imaginaba que tendrían”, aseguró el ministro, el único miembro del Gabinete que ha evaluado hasta ahora la huelga nacional, en declaraciones que concedió a periodistas en una visita en la tarde de este viernes a la ciudad de Londrina.
De acuerdo con Serraglio, cuando los sindicatos percibieron que los resultados del paro no serían los imaginados, “forzaron” situaciones caóticas con actos violentos en algunas manifestaciones y bloqueos de vías.
“Vimos provocaciones en algunos lugares y bloqueos en otros, pero aquellas movilizaciones que se esperaban de millones no ocurrieron”.