En una secuencia cargada de símbolos, el presidente estadounidense, que ha puesto en duda sin tapujos la realidad del cambio climático, visitó la sede de la Agencia de Protección del Medioambiente (EPA), ubicada a poca distancia de la Casa Blanca, para firmar el “Decreto sobre la Independencia Energética”.
Este decreto contribuirá a asegurar que la energía sea “abordable y limpia” con el fin de “favorecer el crecimiento económico y la creación de empleos”, según el resumen de una alto funcionario de la presidencia.
El texto, que apunta a reducir “los obstáculos inútiles” en ese sector, a partir del cuestionamiento a varias reglamentaciones, ordena en particular la revisión de una de las medidas ambientales más emblemáticas de su antecesor demócrata: el “Clean Power Plan” (Proyecto para una energía limpia).
Esa norma imponía a las centrales térmicas un 32% de reducción de sus emisiones de CO2 para 2030 en relación a 2005. Si entraba en vigor, llevaría al cierre de numerosas centrales a carbón (las más antiguas y contaminantes).
Sin embargo, el decreto está bloqueado por la justicia tras demandas en su contra de 30 estados, en su mayoría gobernados por republicanos.
Volver a examinar este proyecto “tomará tiempo”, admitió el Ejecutivo, citando en particular los procedimientos de consulta pública vigentes.
“Para mí, el Acuerdo de París -sobre reducción del calentamiento global- ha sido simplemente un mal acuerdo”.
Aunque está perdiendo peso, el carbón sigue siendo un componente central de la matriz energética estadounidense.
Las centenares de centrales a carbón repartidas por el territorio nacional brindan alrededor de un tercio de la electricidad del país, a igual nivel que el gas natural y por encima de la energía nuclear o la hidroeléctrica.
Trump menciona a menudo ante sus partidarios su deseo de relanzar la explotación del “magnífico carbón limpio”. “Muchos mineros volverán a encontrar trabajo”, dijo la semana pasada en Kentucky.
Sin embargo, la mayoría de los expertos dudan que el decreto a firmarse este martes genere empleos netos en este sector.
“No tendrá prácticamente ningún impacto”, dijo el profesor James Van Nostrand, de la West Virginia University, al recordar que la decadencia del carbón está vinculada antes que nada al alza de los costos de explotación y al crecimiento de la competencia del gas natural.
“Desmantelar la EPA y desembarazarse de la reglamentación no hará que la industria del carbón crezca”, dijo.
El “mal acuerdo” de París
La Cámara de Comercio saludó el anuncio de la revisión del Clean Power Plan de Barack Obama, y afirmó que este proyecto “no es sólo ilegal sino malo para las familias y las empresas” de Estados Unidos.
El director de la EPA, Scott Pruitt, también ha manifestado su voluntad de romper con la política de la administración anterior, que “tenía una estrategia absolutamente contraria a las energías fósiles”.
Pruitt, que fue contra el consenso de la comunidad científica internacional al sostener recientemente que las emisiones de CO2 no están entre las causas del calentamiento del planeta, reiteró sus críticas al acuerdo de París sobre el clima.
“Nos hemos penalizado y perdido puestos de trabajo, mientras China e India no tomaron medidas para enfrentar este problema”, dijo, olvidando los compromisos de reducción de las emisiones de dióxido de carbono asumidos por esos dos países asiáticos.
“Para mí, el de París ha sido simplemente un mal acuerdo”, afirmó.
El gobierno de Trump no ha asumido todavía una posición oficial sobre este acuerdo emblemático, concluido a fines de 2015 en la capital francesa y firmado por más de 190 países.
“Está en discusión”, se limitó a declarar el lunes por la noche un alto responsable gubernamental bajo condición de anonimato.
Segundo mayor emisor mundial de gases con efecto invernadero, detrás de China, Estados Unidos se comprometió a reducir esas emisiones entre 26% y 28% para 2025 en relación a 2005.