Aunque es un trabajo agotador, para ellos tiene una recompensa, pues llevan alegría a niños y adultos que disfrutan de un algodón dulce, en ferias o simplemente los distribuyen a personas que caminas en las calles de su localidad.
Ramón Ramírez, de 45 años, jefe del hogar, indicó que viene de una familia de escasos recursos y por la necesidad aprendió este arte cuando tenía apenas 9 años, y desde entonces ha sido el trabajo para poder sostener a su esposa y a sus ocho hijos.
“Toda la familia trabajamos en la elaboración de los algodones y salimos a vender. Agradecemos a Dios que nos ha bendecido porque gracias a este trabajo mis hijos se han graduado y aunque ya están ejerciendo su profesión, en sus tiempos libres salen a vender porque ya se ha convertido en una tradición familiar”, expresó Ramírez.
Agregó que las bolsas de algodón las venden a Q2 y son distribuidas en ferias, fiestas patronales y en comunidades alejadas donde siempre hay un niño que se ilusiona al ver el dulce de algodón de diferentes colores.
No se pierde la tradición
Ana Ramírez Ajché, hija de Ramón, se graduó de maestra de educación primaria, y comentó que ella ayuda a su padre desde los nueve años. Junto a sus hermanos han decidido seguir con la tradición familiar, porque es un trabajo honrado y digno que los ha sacado adelante.
“Mis padres son guatemaltecos trabajadores y nos han enseñado desde pequeños a trabajar junto a ellos. La venta de algodón de azúcar nos une como familia porque al mismo tiempo que lo fabricamos estamos compartiendo nuestras experiencias que nos han pasado día a día”, dijo Ana Ramírez Ajché.
Tomás García, trabajador, indicó que admira a la familia Ramírez Ajché por la dedicación que ponen al trabajo, y como colaborador se ha dado cuenta de cómo han salido adelante y han apoyado a otros jóvenes como a él, al enseñarles el trabajo y que en un futuro puedan independizarse.
“Yo tengo familia y me he dedicado a vender el algodón de azúcar en las escuelas de Retalhuleu y en ferias de las comunidades; aunque hay que caminar para vender las bolsas de algodón, es satisfactorio ver las sonrisas de los niños cuando se les da en la mano la bolsa con el algodón de azúcar”, comentó García.
Armando Guerra, vecino, comentó que la familia Ramírez Ajché es trabajadora y los hijos han demostrado que el trabajo que realizan no es de avergonzarse, ya que la mayoría son profesionales.