Pueden ser devotos de Charlotte o de Emily. O tal vez entusiastas de Anne.
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La tragedia familiar que inspiró “Cumbres Borrascosas” y otros de los más grandes libros de las hermanas Brontë
Muchos de los amantes de los libros sienten hacia las hermanas Brontë algo similar a los aficionados de la música hacia los Beatles.
Pero la idea de que las hijas de dos párrocos rurales produjeron increíbles novelas de pasión gótica y romanticismo salvaje es tan irresistible que es imposible no pensar en ellas como una sola, como en una especie de banda literaria femenina.
A pesar de todas sus diferencias, siguen siendo las Brontë.
Con estas tres extraordinarias hermanas, no es de extrañar que el cuarto Brontë, su hermano Branwell, a menudo quede en el olvido.
Pero una película de la BBC de la guionista británica ganadora de varios premios BAFTA, Sally Wainwright, le devolvió su sitio en el retrato familiar. Y vaya retrato.
“Tejimos una tela en la infancia, una tela de aire soleado”, sentencia la voz de Finn Atkins (Charlotte) al comienzo del film, To Walk Invisible (“Caminar Invisible”).
Es una cita de un poema de su personaje de 1835 sobre la creatividad, la inocencia y la mortalidad, acompañada de hipnotizables imágenes: los hermanos Brontë todavía son niños, y se entretienen con soldados de juguete, inmersos en su mundo de fantasía.
Sobre sus cabezas brillan unas guirnaldas que simbolizan el fervor de su imaginación.
Pero la historia es más compleja que el aura cursi que envolvió a la familia tras la muerte de las hermanas.
Hay ferocidad, fuerza, ambición, individualidad y, con ella, rivalidades.
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Alcohol y drogas
Para empezar, Branwell era tan artístico como sus hermanas, pero los tres últimos años de su corta vida están marcados por la tristeza y autocompasión.
Justo cuando los sueños de sus hermanas se hacían realidad, (en 1847 se publicó “Jane Eyre” de Charlotte, Wuthering Heights (“Cumbres Borrascosas”), de Emily y “Agnes Grey”, de Anne), Branwell se hundía en el alcohol y las drogas.
Y mientras ellas luchaban por eludir el sexismo de la época, publicando sus obras bajo pseudónimos masculinos, él depositaba sus esperanzas de lograr la libertad artística casándose con una viuda acomodada.
Inevitablemente, su relación con sus hermanas -y las de ellas entre sí- se complicó.
Problemas familiares
En la película también aparece su inteligente e inusual padre, quien salió de la complicada vida de Irlanda hacia la Universidad de Cambridge.
Siempre llevaba una pistola cargada, pero inculcó una pasión por la literatura en sus hijos.
Patrick Brontë nació en el condado de Down en 1777. Fue ordenado sacerdote anglicano en 1806 y se casó con Maria Branwell seis años más tarde.
Una década después, ella murió, habiendo dado luz a seis hijos. Para entonces, la familia se había mudado a Haworth, un pueblo situado en el condado inglés de West Yorkshire.
Charlotte, la mayor de las niñas, tenía 5 años cuando perdió a su madre.
Branwell tenía 4, Emily 3 y Anne todavía no había cumplido los 2.
No sorprende que, una y otra vez, las madres mueran jóvenes en la ficción creada por las hermanas.
Opciones limitadas
Dos años más tarde, en 1825, sus dos hermanas mayores, Maria y Elizabeth, murieron con seis semanas de diferencia por tuberculosis.
Las opciones eran limitadas para un hombre con un salario modesto que buscaba la manera de educar a sus hijas, así que Charlotte y Emily fueron a la Escuela de las Hijas del Clero en Cowan Bridge.
Pero era un lugar duro que inspiró al triste Lowood de “Jane Eyre”, donde una joven Jane sentía frío y hambre y se enamoraba de una compañera de clase llamada Helen Burns, cuyo personaje se basaba en la hermana perdida de Charlotte, Maria.
Los cuatro Brontë que sobrevivieron fueron enviados juntos a Haworth, donde su viudo padre impuso unas estrictas normas, como no permitirles comer carne para que no se volvieran blandos.
Una tía se había mudado a vivir con ellos tras la muerte de la madre, pero solían dejarlos a su aire, con mucho tiempo libre para jugar y recrear personajes de historias militares como el duque de Wellington o Napoleón.
“Las hermanas nunca parecieron hacer pensado en casarse”, dice la biógrafa Claire Harman, cuyo libro Charlotte Brontë: A Life (“Charlotte Brontë: una vida”) fue publicado en 2015.
“Estaban muy interesadas en batallas, estadísticas y geografía, cosas sobre las que, tradicionalmente, no se alentaba pensar a las niñas. Le parecía terrible la idea de tener que trabajar, pero en ningún momento pensaron: 'Me toca ser una institutriz, pero quizás podría casarme'”.
¿La Brontë aburrida?
La experiencia de Charlotte como institutriz en Bruselas (Bélgica), en una escuela gestionada por Constantin Heger y su mujer, agudizó sus deseos creativos.
Charlotte desarrolló sentimientos por Heger -los cuales no eran recíprocos- y quería que él la leyera.
Desde Haworth, le escribió cuatro largas cartas, que Heger hizo pedazos. Su esposa las encontró en la papelera y reunió los fragmentos.
Esas cartas fueron inicialmente encubiertas por una amiga de Charlotte (aunque el termino “amienemiga” podría ser más adecuado en este caso), su biógrafa, la señora Gaskell.
Su erotismo hacía contraste con la imagen de santa que Charlotte pretendía mostrar.
Para Harman, sin embargo, cuentan una intensa historia de la naturaleza humana y la experiencia femenina, pues estaban “llenas de hormonas, erotismo, juventud y todo tipo de cosas increíbles“.
Los académicos suelen cuestionar si Anne habría publicado algo de no haber sido por sus famosas hermanas. Según Harman, lo mismo podría decirse sobre Emily.
“Claramente es una genio, pero creo que era muy controladora, probablemente algo autista. 'Cumbres Borrascosas' es un libro muy extraño, lleno de violencia y peculiaridad”.
“La gente dice que es su novela favorita, pero difícilmente puede ser un modelo de amor romántico”.
“Lo que me llama la atención de todas ellas es la intensidad con la que vivían lo que escribían y también cómo no salieron al mundo para publicarlo y alcanzar prosperidad”, dice Harman.
Esa unidad no siempre fue beneficiosa.
“Agruparlas neutraliza sus complejidades”, dice la escritora y guionista Samantha Ellis.
Eso afectó especialmente a Anne, la protagonista de su nuevo libro.
Ellis admite que siempre pensó en Anne como “la Brontë aburrida”, pero eso cambió cuando tuvo la oportunidad de examinar algunas reliquias en el museo Brontë Parsonage y comenzó a leer la última carta de Anne.
“Le creí a Charlotte cuando dijo que era pesimista y menos talentosa que sus hermanas, y que se pasó toda su vida preparándose para una muerte temprana”.
“Pero en la carta se muestra de forma muy diferente: inteligente, atrevida y con ganas de vivir“.
“Es un experimento de laboratorio fascinante. Toma un ADN, ponlo en el contexto de estas circunstancias extraordinarias, y el resultado es tres novelitas clásicas totalmente distintas pero claramente emparentadas”, dice Harman.
Para Ellis, la fricción entre ellas era un fuente de inspiración y las ayudó a definirse.
Branwell era parte crucial de ese grupo, y sólo necesitas pensar en los héroes y antihéroes de las novelas de Charlotte, Emily y Anne para ver cómo las tremenduras de Branwell y las respuestas de las hermanas se colaron en sus libros.