Los investigadores dirigidos por Hillary Kaplan atribuyen la buena salud cardíaca de los indígenas probablemente a su alimentación, baja en ácidos grasos saturados y rica en fibra vegetal, así como al intenso movimiento y su renuncia absoluta al tabaco.
Los investigadores estadounidenses investigaron a 705 intregantes de la tribu tsimané e hicieron tomografías computarizadas de sus arterias, midiendo sus niveles de colesterina, azúcar en sangre y tensión sanguínea.
Sin riesgos
La conclusión fue que el 85 por ciento de los sujetos de estudio de entre 40 y 94 años no presentaban ningún tipo de riesgo a sufrir enfermedades cardíacas, una tasa que sólo es del 14 por ciento en países como Estados Unidos.
Casi tres cuartas partes de la dieta de los tsimané consisten en hidratos de carbono y fibra vegetal, en forma de arroz, mandioca, plátano macho, maíz, nueces y frutos. A ello se añaden unas pocas proteínas por medio de la carne y el pescado (14 por ciento) y también poca grasa.
Los investigadores descubrieron que más de la mitad de los tsimané estudiados presentaban altos niveles de inflamaciones.
“Según el pensamiento convencional, las infecciones aumentan el riesgo de enfermedades cardíacas”, señala el coautor del estudio Randall Thompson.
Pero en el caso de los tsimané no se ha establecido ninguna relación entre ello, probablemente porque esos valores proceden de numerosas infecciones a las que están expuestos.
Están expuestos
Sin embargo, también se apunta un cambio en el caso de los indígenas. “En los últimos cinco años las nuevas carreteras y la introducción de canoas motorizadas ha aumentado dramáticamente el acceso a ciudades cercanas donde compran azúcar y aceite para cocinar”, escribe Ben Trumble, también coautor.
- Hidratos de carbon
- Fibra vegetal, en forma de arroz
- Mandioca
- Plátano macho
- Maíz
- Nueves
- Frutos
“Las recomendaciones actuales para la prevención de enfermedades cardiovasculares así como otras enfermedades relacionadas con las sociedades del bienestar se dirigen al mismo estilo de vida y factores de riesgo como la alimentación, el movimiento o el peso corporal que el estudio califica de protectores”.
Pero en cualquier caso, el estudio recuerda la importancia de una vida más orientada hacia la naturaleza.