Los participantes fueron divididos en dos grupos y a cada uno se le entregaron US$6 mil. A los del primer grupo se les pidió gastarse el dinero en “sí mismos”, y a los del segundo grupo se les instruyó usar el dinero para beneficiar a otros. Los resultados fueron totalmente opuestos. En el primer grupo la satisfacción y emoción provocadas por los regalos adquiridos para sí mismos había durado poco, pues luego de la euforia inicial causadas por comprar y consumir había desaparecido y volvían a su estado de ánimo normal. Algunos, incluso “se sentían tristes, vacíos y decaídos al no poder mantener la emoción conseguida con el consumo”.
Por el contrario, los miembros del otro grupo se sentían “más satisfechos y completos, pues el hecho de usar el dinero en beneficiar a otros fue motivo de experimentar un bienestar interno pleno”. Este lo usaron para proveer a otras personas para el pago de matrículas, donación a beneficencias, viajes de descanso, pago de deudas, ayudar a gente indigente, etc. Los donantes reportaron que el ver la alegría y el agradecimiento de quienes recibían los regalos provocaba en ellos “una sensación intensa de plenitud que permanecía por varias horas y aún días”.
El estudio concluyó que “el egocentrismo, avaricia y egoísmo orientados a satisfacer el propio interés hacen que experimentemos una sensación de vacío, falta de sentido, e infelicidad personal, y que por el contrario la generosidad y el altruismo por enfocarse en el bienestar de otros son fuente de sentido en la vida, plenitud y felicidad personal”.
Cuando uno puede aportar algo significativo a la vida de otros nos produce una enorme sensación de satisfacción y realización interior, pues paradójicamente al dar recibimos más de lo pudiésemos haber imaginado recibir. Loewenstein de forma científica demostró que “es de mayor dicha el dar, que el recibir”, como nos instruyó el Carpintero, de Nazareth.
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