Le puede interesar
El coordinador del Centro de Investigación del Instituto de Nutrición de Centroamérica y Panamá para la Prevención de las Enfermedades Crónicas, Manuel Ramírez, detalló que la obesidad en mujeres rurales y urbanas no presenta diferencias, pero en los hombres que trabajan en centros urbanos aumentan entre un 30 y 50 por ciento los casos debido a que en el campo los trabajadores gastan más energía.
Y esa, subrayó, es una causa fundamental que no se atiende: “Hay una mayor disponibilidad de ingerir bebidas azucaradas y alimentos ricos en azúcar, grasa y sodio, incluso entre comidas, por lo que el consumo diario de calorías se va para arriba y cada vez nos movemos menos y gastamos pocas calorías”.
Muchos factores influyen en la poca movilidad: la tecnología, el uso desenfrenado de teléfonos celulares que comienza desde la infancia y “todo un ambiente de ciudades que promueven que esto suceda, con inseguridad, transporte público deficiente e insuficiente, mucho uso del auto, alta propagación de alimentos chatarra”, apuntó Ramírez.
No deje de leer: “Crecer es un lujo, la prioridad es sobrevivir”, dice experto del Incap sobre la nutrición en Guatemala
Incluso la aparición de plataformas digitales de sistemas para pedir comida a domicilio u oficinas. “Todo ese ambiente, llamado ambiente obesogénico, ayuda a que la gente gane peso fácilmente y no queme de la misma forma las calorías que debería de quemar”.
Y no hay un balance, insiste el nutricionista, debido a que así como esto se debe en primer lugar a decisiones individuales, Centroamérica “carece de políticas públicas efectivas para contrarrestar ese ambiente obesogénico, pese a los varios intentos que se han impulsado sin éxito”.
Uruguay, Perú y Chile han puesto el ejemplo con reglamentos de etiquetado frontal de los alimentos con rombos que describen si un alimento es alto en grasa, azúcar, sal y calorías, elementos que delatan a un platillo por su cantidad de rombos con su peor calidad alimenticia.
Sin embargo, iniciativas similares se han estancado en Guatemala, República Dominicana, Panamá y Colombia, en donde no pasó ni siquiera la primera lectura en el Congreso; mientras que en Costa Rica ni siquiera hay en el horizonte algo similar.
El caso Guatemala
En Guatemala, además, se promueve que se restrinja la publicidad de alimentos poco saludables en franjas infantiles y un aumento del precio a las bebidas gaseosas azucaradas, pero esta propuesta se encuentra en el limbo previo a ser presentada ante el pleno legislativo.
Tampoco se promueve, como un impulso estatal, la creación de parques y una mejora del transporte público, según Ramírez, pues “se ha demostrado que mientras más parques hayan cerca de donde uno vive menor riesgo de obesidad, principalmente en niños, a lo que se suma que a mejor transporte (público) y más cercano el riesgo es menor”.
Por su parte, la investigadora del Instituto de Nutrición de Centroamérica y Panamá, Mónica Mazariegos, concluyó que el consumo de alimentos “altamente palatables”, que gustan mucho por su alto contenido de sodio, a temprana edad e incluso desde el embarazo, provoca una preferencia por estos, al igual que los dulces.
La insistencia en esta forma de alimentarse dañina, afirmó Mazariegos, “crea el mecanismo de recompensa de gente que siente placer por este tipo de sabores y por eso cuesta tanto poder eliminar estas preferencias”, y eso trasciende del esfuerzo individual por dejarlo al ámbito público para controlarlo.
Contenido relacionado
>Gordofobia, el pesado estigma de la obesidad
>Bacterias pueden estar vinculadas con la obesidad infantil