Por su enorme caudal es un afluente estratégico, que provee de agua a comunidades, pero además genera energía hidroeléctrica. Sin embargo, la contaminación y los desvíos ilegales amenazan su existencia.
El acelerado deterioro del Lempa llevó a los pobladores de sus márgenes a unirse para luchar por sanear sus aguas y recuperar su fauna.
“La situación que se vive es de emergencia”, dijo Héctor Aguirre, gerente de la Mancomunidad Trinacional Fronteriza Río Lempa, el principal ente autónomo que gestiona el río.
Durante una inspección en el sitio donde nace el afluente, Aguirre explicó que ante “la ausencia de políticas estatales, las alcaldías de 45 municipios de los tres países están unidas para mitigar la contaminación”.
Con la cooperación de la Unión Europea y Japón, la mancomunidad estableció tres plantas para procesar la basura de los municipios aledaños a la cuenca.
El Lempa es una fuente de vida para las poblaciones por las que pasa, pero a lo largo de todo su recorrido, recibe aguas negras, desechos de vertederos de basura a cielo abierto, residuos del procesamiento de café y químicos usados en la agricultura sin que ningún gobierno se comprometa a combatir el daño.
Iniciativa en Olopa
Ante el llamamiento de la mancomunidad, Yovany Guevara, de 49 años, estableció un beneficio ecológico para procesar el café y elaborar de su pulpa abono orgánico a orillas de La Quebradona, donde está el manantial.
Rodeado de varas de bambú, este campesino alto y moreno lamenta que aguas abajo, otros beneficios descarguen en el río las mieles descartadas del café que asfixian a los peces. Refiere que hace tan solo una semana vio cuando los peces saltaban a la orilla del río por la falta de oxígeno, lo cual deja sin sustento a pescadores.
Para evitar que la erosión de una ladera bloqueara el caudal del río, Guevara levantó un gigantesco muro de más de 13 mil neumáticos llenos de tierra donde cultivó maíz y frijoles y piensa sembrar girasoles.
Un kilómetro más abajo, el propietario de otro beneficio, Juan Carlos Cardona, dice que para disminuir la contaminación ha dosificado la cantidad de café a beneficiar y construyó un sistema de canales que lleva los desechos a una fosa. Sin embargo, su esfuerzo resultó limitado porque una pequeña corriente lleva los contaminantes al río Olopita, otro de los dos afluentes del Lempa.
Río enfermo
En su recorrido por Honduras, el río Lempa es utilizado por la población para irrigar extensas plantaciones de hortalizas, maíz, sandía y cebolla.
“No podemos pescar ni bañarnos”, lamenta Edwin Padilla, un agricultor de 28 años. “El agua que llevamos de aquí a las plantaciones de cebolla produce hongos y nos eleva los costos en la compra de productos químicos”.
El año pasado, Padilla y otros pobladores debieron sacar ellos mismos una enorme cantidad de peces muertos del río para evitar una epidemia.
Lamentablemente, la falta de regulación, la pobre educación y la indolencia de las autoridades se alían con la irresponsabilidad de pobladores que agravan la contaminación.
Por ejemplo, en la ciudad de Ocotepeque lanzan animales muertos y aguas negras a una quebrada que desemboca en el Lempa.
Lo dramático es que cerca de allí, río abajo, en el poblado salvadoreño de Citalá, muchos vecinos utilizan las aguas para oficios domésticos.
“Aquí vienen todas las suciedades de Honduras, pero la gente viene al río a lavar, a pescar y a bañarse”, comenta resignada Mercedes Guevara, una vendedora de tamales, 26.
Uso intenso
El Lempa resulta estratégico para El Salvador, que tiene cuatro centrales hidroeléctricas que producen 38% de la demanda energética del país, y abastece de agua a 800 mil habitantes de 10 municipios metropolitanos.
No obstante, a pesar de su evidente utilidad, el gran Lempa, como le llaman, parece sentenciado al mismo destino de otros afluentes, como el Motagua en Guatemala: estar condenados a ser enormes desagües.