SIN FRONTERAS
Tres desafíos políticos migratorios para el doctor
¿Responderá el doctor Giammattei a la altura de los desafíos migratorios que están y que se vienen sobre el país? El tiempo lo responderá, y lo responderá pronto. Divido los grandes desafíos en dos: los políticos y los administrativos. Para hoy, los políticos:
El primero grande será reconocer que es ineludible plantear la posición guatemalteca a favor de la población que ya vive en EE. UU. Que el solo hecho de construir ese país funcional que anhelamos ya no es suficiente como estrategia central para responder a la pregunta de qué hacemos con la crisis de emigración. Quizás lo pudo haber sido. Pero no vivimos más en la década de los ochenta, cuando se plantó esa semilla como válvula de escape a los problemas desatendidos históricamente. Según la Organización Mundial de las Migraciones, en 2010 cuatro millones y medio de guatemaltecos se beneficiaban de una remesa. En 2016 ya eran 6.2 millones. Y con el incremento de la emigración fácilmente podemos proyectar que hoy no menos de siete millones de habitantes en Guatemala subsisten de este recurso; esto, sumado a los quizás tres millones que ya viven en EE. UU. Para 10 millones de guatemaltecos, comer, vestir, movilizarse, medicarse y tantas otras necesidades de consumo diario que son pagadas con dólares no pueden esperar la construcción de un país futuro. Son necesidades del hoy. Eso lleva a la conclusión de que se requiere el planteamiento de una posición política para que en ese hoy esta población pueda subsistir legalmente.
' Este país debiera ser un centro de pensamiento, una fuente de ideas, en esa conversación mundial.
Pedro Pablo Solares
Un segundo desafío grande será aceptar que, por sí sola, una estrategia económica enfocada en atraer inversión para generar empleo difícilmente beneficiará al grueso de quienes tienen el número del coyote en su celular, pues esta es población que carece de los recursos necesarios para labores calificadas. El país parece no entender esto. Constantemente se limita la migración al empleo, y por ello se dice que la nuestra es una migración económica, y no política. Lo escuchamos constantemente, digamos, cuando los boys de las cámaras empresariales se manifiestan y plantean de una forma un tanto cándida y repetitiva que la generación de empleos es —en sí— la solución para la crisis migratoria. Quisiera uno que fueran a la montaña a ver de quiénes estamos hablando. No pretendo escribir sobre economía, pero parece claro que para que la gente que se va pudiera haber optado a un empleo se necesitarían décadas de inversión social, en educación, en salud y demás objetivos de desarrollo, que son totalmente negados en los lugares de donde proceden. En pocas palabras, la sola inversión económica no menguará la emigración sin un cambio en el planteamiento de quiénes se benefician de la economía nacional. ¡Vaya desafío!
Siendo Guatemala un lugar principal de origen, tránsito y destino de poblaciones desarraigadas, este país debiera ser un centro de pensamiento, una fuente de ideas en esa conversación a nivel mundial. Reformular el concepto de asilo y refugio debiera debatirse en Guatemala. Reunir cónclaves y buscar alianzas en los sistemas internacionales. Pero para ello se requeriría, primero, a lo interno, definir finalmente la política migratoria nacional. La responsabilidad de esto cae en el vicepresidente electo, Castillo, quien dirigirá, por ley, la Autoridad Migratoria. Y lo segundo, el nombramiento e inclusión de cuadros diplomáticos de primer nivel. Piensa uno en personalidades de talla mundial que hemos tenido en nuestro servicio exterior.
Dos puntos a observar en el actuar del doctor Giammattei. Si ordena activar el Sistema Migratorio Nacional, que incluya una Autoridad Migratoria que inicie la formulación de la política nacional, y si nombra cuadros que estén a la altura del desafío. Insisto: el tiempo nos lo dirá, y nos lo dirá pronto.