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Tapia comienza un nuevo reto en el Clausura 2017

El entrenador argentino Mauricio Tapia camina tranquilo por la gramilla del estadio Pensativo. Ese escenario que lo ha visto crecer y forjar su carácter  como técnico campeón. 

Mauricio Tapia, entrenador de Antigua GFC. (Foto Prensa Libre: Carlos Vicente)

Mauricio Tapia, entrenador de Antigua GFC. (Foto Prensa Libre: Carlos Vicente)

Esos valores adquiridos desde la infancia en su natal Tandil —en el centro de la provincia de Buenos Aires, Argentina— gracias a su padre, Francisco Salvador —74 años—, y su madre, Teresita del Carmen —70—, dos personas que se mantienen en su pensamiento y su corazón.

La nostalgia por no estar con ellos  se ha agudizado en los últimos meses, pues su padre está enfermo.

“Mi papá está en una condición delicada. Recibe diálisis, pues por padecer diabetes ha sufrido  durante muchos años con infecciones. Lo han operado de la vesícula, la próstata y de una infección en las piernas.  Pero lo que admiro de mi viejo es que no se entrega y la sigue peleando”, confesó  mientras respiraba. 

Esa situación ha hecho fortalecerse a sus padres, a quienes dejó en Argentina por el futbol desde hace 20 años y que le ha servido para retribuirles un poco por el sacrificio hecho por él y su hermano Gustavo Daniel, quien falleció a los 21 años.

“A mi padre le tocó trabajar desde los 13 años, porque venía de una familia de pocos recursos. Se dedicaba a arreglar techos y cañerías, además de hacer trabajos eléctricos, entre otras cosas. Con la poca preparación y recursos que tenía pudo ser un buen jefe de familia, padre y luchar para darle a sus hijos y esposa una vida digna”, agregó el Mago.

“A mi madre le tocó limpiar casas.  Todo lo hicieron con dignidad y nunca con vergüenza, sabiendo que cada  peso —moneda argentina— era ganado honradamente”, dijo.

Todas esas vivencias le enseñó a Tapia a ser agradecido con Dios y sus padres, para trazarse metas e ilusiones que se han hecho realidad. “Desde que tengo uso de razón juego al futbol, pero a los 8 años decidí que sería un futbolista profesional”, indicó.   
  
Además, reconoce que durante la juventud muchas veces no se aprecian los sacrificios  de los padres. “Uno siempre pide y exige”, lamentó.

Sin embargo, llegó un momento en el que empezó a tomar conciencia de la vida  y desde entonces “trata de agradecerles siempre”. El entrenador se siente dichoso porque aún tiene a sus padres, lo cual califica de  bendición.

No falta nada

El sudamericano no solo ha hecho futbol. Cursó la secundaria en Argentina en dibujo y construcción, una profesión que le permite construir edificios hasta de cuatro niveles.

Después de haber culminado sus estudios se dedicó al futbol. Antes estudiaba por la mañana y las tardes, y por la noche se entrenaba. “Me iba en bicicleta, a pie o en camioneta, porque era algo que tenía planeado para mi vida”, recordó.

Tapia tiene tres hijos, dos en Argentina y uno en Guatemala, y trata de luchar fuerte para que sus pequeños no pasen las dificultades de su abuelo, padre y que a él también le tocó vivir.

Pese a todo lo bueno que vive en la actualidad no olvida su origen. “No hay ningún día que me despida de mis padres y llore como si fuera un niño, porque uno necesita ese afecto”, indicó.

Uno de los momentos más tristes que recuerda y que jamás olvidará  ocurrió en el 2016. “El año pasado mi papá y yo nos despedimos porque pensamos que no nos volveríamos a ver, pero gracias a Dios lo he tenido conmigo. Pude  estar con él, pero lamentablemente siempre estás expuesto a que una llamada por teléfono te cambie todo”, sonrió y confesó que ha tenido unos padres geniales y que por ellos lucha cada día en el terreno de juego.

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