DE MIS NOTAS
De patos y escopetas
Somos caóticos, desordenados y rebeldes. Somos una ciudad inmanejable que se trepa encima de montañas y se cuelga de barrancos inseguros. Somos basura por doquier. Atascamos el tráfico. Invadimos calles. Somos cultura de desorden, rebeldes a la ely y acostumbrados a vivir sin normas. Somos grupales y nos apoyamos con ese síndrome para convertir las calles en “mercaduchos”, y cuando nos desalojan, protestamos, destrozamos lo que encontramos a nuestro paso.
Enojados por no poder convertir las calles en ventas callejeras en estos tiempos “santacloseños”, ahora queremos tirarle a las autoridades por incitar a la violencia por algún discurso hecho a los vendedores que se apegan a la ley. Así somos. Una amalgama de habitantes conviviendo entre mareros y crimen organizado controlando barrios enteros porque el crimen paga y paga bien si no se impone la ley. ¿Será esta descripción para una minoría o aplica a la mayoría? Vale la pena ponderar sobre esas características de nuestra cultura chapina metropolitana.
Perdimos la 18 calle porque los vendedores habían tomado la Plaza Barrios, frente a Fegua. Al desalojarlos, tomaron la 18. Las presiones contra el alcalde del momento no fueron las mejores y les cedió todo el carril izquierdo de la 18, desde la séptima avenida hasta la sexta. Antes de eso los vendedores ambulantes habían tomado completamente también la sexta avenida, un pequeño túnel entre las largas filas de champitas de ventas era lo único que quedaba de aquella sexta inolvidable y por el que apenas podía transitar un vehículo.
Todo el proyecto de recuperación histórica exigió una planificación minuciosa. Las negociaciones para trasladar a todos esos vendedores a la actual ubicación, a un lado del paso a desnivel detrás del mercado La Presidenta, tomó años. Por fin la recuperación del centro histórico se pudo concretar, y hoy contamos con un espacio cultural en donde la sociedad puede gozar a plenitud las bendiciones de un espacio de entretenimiento único. El Edificio de Correos se ha convertido en un gran centro de arte, en donde los niños aprenden pintura, danza, coro y hasta tienen una sinfónica juvenil. Cientos de niños y jóvenes se cultivan en esa isla de arte a la que llegan de sus barrios para abrazar con entusiasmo la oportunidad de desarrollar sus talentos artísticos.
Muchos comercios, restaurantes, librerías, cafés, bares, pequeños hoteles y hasta edificios de apartamentos se desarrollaron para satisfacer una clientela estable, creando un entorno económico de generación de empleos para miles de familias. El centro resucitó de los escombros, convirtiéndose en una zona de gran plusvalía.
Pero como la ausencia del poder coercitivo de la ley es el mejor mensajero de que el crimen paga, algunos grupos creyeron nuevamente que podían volver a vender sus mercancías ambulantes sin ninguna consecuencia de las autoridades ediles. Cuando el desalojo vino, se enojaron, iniciando una cadena de actos de violencia y destrucción a lo largo de la sexta. Y es que es evidente que el resentimiento es alto. Hay enemigos de todo tipo al acecho. Ahora demandaron al Alcalde por incitar a la violencia en algún discurso que supuestamente dio hace unas semanas, y como consecuencia de ello, una jueza le dio el pase para iniciar el antejuicio.
Podrán señalarle a Álvaro Arzú cualquier cantidad de debilidades y sombras. Lo que no se puede negar es que esta ciudad ya no es una sola. Ha asimilado a tres municipios, convirtiéndose en una enorme metrópoli de tres cabezas con desafíos de carácter monumental que demandan recursos y apoyo político.
Algo que, por supuesto, no viene, ni fácil, ni gratis, ni sin acuerdos políticos. Para mientras, se inicia un circo estúpido con promesa de ataque politiquero derechito hacia un callejón sin salida.
Todos perdemos con estas cosas.
alfredkalt@gmail.com