En al menos dos de ellas hay árboles de Navidad.
Una cripta que según dicen alberga los restos de un sicario del cartel de Sinaloa tiene una puerta de vidrio a prueba de balas, una cruz que brilla en la oscuridad en lo alto del domo y cámaras de vigilancia en la entrada.
Al caer la noche, las luces se encienden de manera automática en varias tumbas. Muchas tienen sistemas de alarma.
La mayoría de las criptas tienen en sus muros fotografías o pinturas de los fallecidos, muchos de ellos de entre 20 y 30 años, pero sin nombre que los identifique.
“Es una expresión del poder del cual han sido ellos ostentosos y creo que también es una manifestación de su ánimo de eternidad, que eso es muy natural en cualquier ser humano”, comenta Juan Carlos Ayala, profesor de filosofía de la Universidad Autónoma de Sinaloa y especialista en “narco-cultura”.
“Es también una muestra para los que sobreviven que este hombre fue grande y queda a la posteridad”, añade.
Otros majestuosos mausoleos están en construcción a la espera de otros jefes del narco. Ayala estima que la construcción de algunas criptas pudo costar hasta US$290 mil.
Narco-cultura
Las lujosas tumbas son uno de los símbolos de la “narco-cultura” que ha florecido en la última década y le añade una faceta religiosa a un submundo que también ha servido de inspiración en la música, series de televisión, películas y moda.
“El narcotráfico va permeándose con una comunidad, con una cultura tradicional (…) estamos prácticamente con dificultades de apreciar dónde termina una y dónde comienza la otra”, añade Ayala.
Algunos gobiernos locales han prohibido la difusión de los llamados “narco-corridos”, interpretados por bandas rancheras y que narran las aventuras de los capos de las droga.
El mes pasado, algunos legisladores quisieron prohibir la transmisión en televisión abierta en horario estelar de las llamadas “narco-series” pues temen que influencien a los niños.
Protección supernatural
La “narco-cultura” también se ha mezclado con la religión.
Criminales y millones de mexicanos adoran a un esqueleto conocido como la Santa Muerte, culto considerado blasfemo por la iglesia católica.
Muchos adoran a otro popular “santo” llamado Jesús Malverde, quien según la leyenda fue una especie de Robin Hood, un bandido que robaba a los ricos para dar a los pobres hasta que fue colgado en Culiacán, en 1909.
“Hay un fuerte componente religioso en la narco-cultura porque si hay alguien que necesita una protección supernatural son los narcos, que en cualquier momento pueden ser abatidos por sus rivales o por las fuerzas de seguridad”, comenta Andrew Chesnut, profesor de estudios religiosos de la Universidad Commonwealth de Virginia y autor de “Santa Muerte: la segadora segura”.
En Culiacán se ha erigido una capilla en honor a Malverde y en la que sus fieles se arrodillan ante el busto del santo para pedir milagros.
En sus muros, los devotos han dejado pesos mexicanos pero también billetes de Estados Unidos, Canadá, Colombia y Cuba, además de fotografías y notas de agradecimiento.
Néstor Paul Torres, un vendedor de flores, dice que le rezó a Malverde luego de que lo encarcelaron injustamente acusado de robar un banco. Mientras estuvo en prisión, hizo un busto de Malverde en madera que ahora se puede observar junto a otros regalos dejados por devotos.
“Salí gracias a él”, dice Torres, un católico que lleva una cruz en el pecho y que rezó ante el altar a Malverde.
“Hay mucha gente pobre que viene. No es por eso que seamos narcos”, señala.
“Ahorita estoy pidiendo otro milagro. Yo sé que él va poder y me va cumplir”, dice Torres, que planea traer una banda musical para que le cante a Malverde si le cumple el milagro de comprar un auto.