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La Guatemala de 1890

La ciudad de Guatemala era a finales del siglo XIX una urbe cuya parte central estaba determinada por doce avenidas que se extendían de norte a sur y las cuales estaban cruzadas por dieciocho calles de oriente a poniente.

La novena avenida vista desde la 10a. calle, en primer lugar aparece el edificio de la Universidad, hoy museo. (Foto: Hemeroteca PL)

La novena avenida vista desde la 10a. calle, en primer lugar aparece el edificio de la Universidad, hoy museo. (Foto: Hemeroteca PL)

Las clales y avenidas estaban trazadas al estilo moro y tiradas a cordel, y con doce o quince varas de ancho. Todas estaban provistas de buenas aceras de loza o cemento romano, pero empedradas con calizos pedernales, los cuales las hacían moelstas para los transeúntes.

No todas las calles y avenidas, según el periodista Felipe Estrada Paniagua, eran regularmente rectas, ya que por ejemplo había varios callejones. Avenidas como las de la Candelaria y de la Parroquia Vieja, eran torcidas y llenas de encrucijadas. 

En sus apuntes de fin de siglo, Paniagua apuntó que en la Guatemala de la Asunción había unas seis mil casas, de las cuales ciento treinta eran de dos pisos y las demás de uno.

“La mayoría de las viviendas, apuntó, son amplias, cómodas, bien ventiladas y con grandes patios interiores sembrados de árboles frutales y de adorno. Contaban con hermosos jardines decorados con estatuas y artísticas fuentes”. 

Estrada Paniagua agrega que muchas de aquellas casonas de antaño, de habitaciones pesadas, oscuras, enanas y sin gusto, construidas por los abuelos por temor a los temblores al estilo español antiguo, poco a poco desaparecieron para dar paso a otras de construcción elegane y moderna.

Una avenida en particular

Es precisamente dentro de este marco urbano que nos pintó el citado autor, donde encontramos una de esas pintorescas calles, que en la nomenclatura actual se llama “la novena avenida de la zona 1”. A lo largo de su existencia ha sido escenario de muchos acontecimientos de la vida nacional. 

En los tiempos de la Independencia (1823), la élite capitalina conoció esta avenida como la “Calle del Congreso”, posteriormente fue llamada “Calle de la Universidad” y la “Calle de la Sociedad Económica”. 

Sin embargo, el pueblo también la bautizó con sus propios nombres. Así por ejemplo, le llamaron “Calle del Granillo”, “Calle de la Plaza de Toros”, “Calle de las Beatas” y “Calle de Chispas”, éste último nombre porque fue allí donde se asentaron la mayoría de herreros, quienes con sus fraguas y yunques, hacían brotar chispas del hierro candente.

Y no era para menos que la citada avenida se prendiera en el corazón de los chapines de antaño para que la bautizaran así, pues en cada uno de sus rincones había un lugar especial que la hacía particular.

Así por ejemplo, en su inicio (18 calle) estaba la antigua Plaza de Toros que un día de tantos se acabó; un poco más abajo, viniendo de Sur a Norte, la Iglesita de las Beatas desafiaba con su espadaña a la misma gravedad. En su recinto, las fieles devotas de la época le rezaban todos los domingos al Sagrado Corazón de Jesús para que les deparara suerte.

Frente a la iglesita estaba el famoso Teatro Abril, aquel viejo escenario donde desfilaron por temporadas compañías enteras de zarzuela, opereta y bel canto. Muchas abuelas recordaban con en más de alguna vez y sin que las viera el abuelo, lanzaron un suspiro de admiracio?n por algu?n artista de las compan?i?as arti?sticas.

Unos pasos ma?s adelante, en la convergencia de la 13 calle de hoy, estaba aquel famoso puentecito de madera que los abuelos bautizaron como el “Puente de Chispas” porque en la epoca de lluvia, las correntadas que bajaban desde la Iglesia de San Francisco impedi?an el paso de los peatones.

Nadie en ese entonces pareci?a estar dispuesto a permitir que las damas, au?n calzando botines, intentasen cruzar aquel ri?o que se formaba en la bajada. No faltaba mas, ya que los caballeros, siempre estaban prestos para apresurarse y colocar el puentecito, aquel que por muchos an?os permanecio? como parte de la fisonomi?a propia de esta ciudad que habitamos.

Unas cuadras ma?s abajo, en donde hoy esta? la sede del Congreso de la Repu?blica, se ubicaba la otrora elegante fachada colonial del edificio de la Sociedad Económica de Amigos del Pai?s. Enfrente, abarcando casi toda la manzana, estaba la Universidad con su suntuoso Salo?n Mayor, y al lado, con su imponente torrecilla colonial y su reloj, el famoso Colegio Tridentino, el cual por decreto del 25 de febrero de 1874 de Justo Rufino Barrios, paso? a ser el ahora Instituto Nacional para Varones.

Asi? la historia de la novena avenida, esa famosa arteria que un di?a se conmociono? con el sonado “asesinato de la novena”, y que tambie?n, fue el escenario de los simpa?ticos “Chocanitos”.

Todos los sucesos que han dado sus caracteri?sticas a la novena, no han pasado desapercibida para los historiadores, tal es el caso de Don Lorenzo Montufar, quien en sus escritos del siglo pasado apunta: “En la calle de Chispas (hoy 9a. avenida Sur), las carniceri?as eran antes focos de mal olor. Las candeleri?as y fa?bricas de jabo?n dejaban un ambiente nada agradable y menos sano”.

Esa era la vida sosegada de la Guatemala de ayer, sin los apuros, prisas y ansias que hoy agitan a nuestra capital. Aunque ya no se vean transitar por la Calle de la Universidad a aquellos sen?ores encopetados, vestidos con riguroso frac y luciendo
su cumbo, chistera y basto?n con pomo de plata para dirigirse a la Sociedad Econo?mica, ni a los circunspectos estudiantes de leyes, o a las abuelas pasando por el puentecito famoso, la novena sigue allí, presta a ser el escenario de una e?poca que au?n no imaginamos los capitalinos de hoy.

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