Por otro lado, el Consejo Coordinador de México y los principales secretarios de Estado de ese país se han reunido la semana pasada para hacer frente común y prepararse frente a un proceso que nuestros vecinos del norte oficialmente llaman “Modernización”, evitando usar “Renegociación”, posiblemente diferentes términos para lo mismo.
Si bien es cierto todo apunta a que las promesas electorales de Trump se dirigirán primero a proteger a la industria automotriz y acerera de EE. UU. y que Guatemala no exporta ni una cosa ni la otra, sería poco realista negar que el Nafta se renegociará y que el resultado de ello no afecte al Tratado de Libre Comercio de Centroamérica con EE. UU. (Cafta) y nuestro intercambio comercial con México. Por ejemplo, el impacto en el tipo de cambio del peso mexicano ha sido inmediato, lo cual encarece las importaciones, también las exportaciones chapinas a ese país, y en cierta medida, hace más competitivo a su sector exportador.
Desde mediados de los años noventa, el Nafta, con sus tres socios —Estados Unidos, Canadá y México— simboliza en buena medida la “Madre” de todos los acuerdos comerciales negociados por los países centroamericanos. Dicha “maternidad” significó que todos estos acuerdos tienen básicamente el mismo formato, contenido, alcance y disciplinas, es decir, que todos estos tratados tienen el mismo ADN.
Durante la negociación del denominado “Triángulo Norte”, es decir, Guatemala, El Salvador y Honduras, con México, donde participé en la Mesa de Comercio de Servicios, por primera vez se incluyó esta disciplina, al igual que Protección de Inversiones, Compras Gubernamentales y Propiedad Intelectual, todos temas nuevos, heredados del Nafta que EE. UU. incluyó en la nueva agenda comercial para proteger los intereses de sus empresas y consumidores, algo totalmente legítimo y que es obligación de todo negociador comercial.
Claro está, estas nuevas disciplinas fuera de la histórica negociación para rebajar cuotas e impuestos de importación ya incluidos en los acuerdos multilaterales del GATT (desde mediados de los años cuarenta), hoy día Organización Mundial del Comercio (OMC), comenzó a incluir estos temas, Comercio de Servicios (GATS) y el Acuerdo sobre Propiedad Intelectual (TRIPS).
La política comercial externa de Guatemala y de Centroamérica se debe preparar y acomodar ante las nuevas circunstancias. Afortunadamente, el recurso humano que se ha formado con los equipos negociadores a lo largo de veinte años es de muy buena calidad. Por otro lado, el sector exportador y sus cadenas logísticas deben tener clara la necesidad de buscar nuevos mercados, el acuerdo comercial con la Unión Europea es una nueva ventana de oportunidad.
En el cortísimo plazo, una de las mayores prioridades es retomar y acelerar el proceso de integración económica centroamericana, posiblemente liderado por los procesos de Unión Aduanera con Honduras y El Salvador. Es lógico que si contamos con mayor integración regional gozaremos de mejor capacidad para responder ante el nuevo reto de nuestro principal socio comercial, Estados Unidos, ya que es perfectamente audible el sonido de los pasos de gigante.