EDITORIAL
Pacto que alienta la depuración
La elección de la nueva junta directiva del Congreso abre las puertas a un seguro afianzamiento de las nuevas fuerzas oscuras que evidentemente se manifiestan en ese organismo y es además el resultado del rechazo a la manera de actuar de la Unidad Nacional de la Esperanza, y de quien ejerció la presidencia con un estilo autoritario aunque en ocasiones justificado.
Los nombres de los electos fueron escogidos el fin de semana anterior, en una reunión con el presidente Jimmy Morales en la finca Santo Tomás, un ejercicio claro de injerencia al estilo de la vieja política que el presidente proclamaba rechazar cuando era candidato.
Óscar Chinchilla es un desconocido en la política, y fue superintendente de Telecomunicaciones, entidad con larga tradición de relaciones directas con el mexicano Ángel González, poder de la televisión abierta. Tiene, además, cercanía con el alcalde capitalino Álvaro Arzú, lo que coloca en el terreno de la suspicacia al nuevo presidente.
No existiría ningún problema con que un organismo del Estado elija a su dirigencia entre las opciones que surjan, sin importar si se reelige una o se opta por otra; pero en las actuales circunstancias del país, la victoria del oficialismo y adláteres podría tener un efecto inverso, porque los entretelones de este proceso dan la razón a las demandas de depuración de ese organismo, plagado de congresistas con antejuicio y tránsfugas, integrantes hoy de FCN.
El mismo presidente Morales, quien en vano podría intentar negar que hubo tal injerencia, cometió el error de avalar la formación de un grupo yuxtapuesto a costa de prebendas y negociaciones, cuyas decisiones invariablemente recaerán sobre él.
Incluso, en la noche del lunes convocó a jefes de bloques a la Casa Presidencial, una discusión ajena a la transparencia y al escrutinio público, lo cual deja abiertas las dudas sobre sus reales intereses. Es preocupante, por ejemplo, que el Gobierno guatemalteco el lunes anterior se haya apresurado a felicitar a Daniel Ortega por la victoria obtenida en la farsa electoral nicaragüense.
FCN-Nación se desenmascara y evidencia sus ambiciones. Cuenta con controlar a la directiva y convertir al nuevo presidente en una figura decorativa. Se ponen en peligro los resultados de las demandas ciudadanas que provocaron la victoria electoral de Morales, quien por cierto insiste en la desgastada perorata que fusiona la moralina con el agresivo ataque a sus críticos, también característica de los últimos gobiernos.
Gracias a una jugada política que parece salir de un manual de estrategias militaroides, FCN-Nación contará con una directiva afín; pero en su afán por dominar al Congreso, se han colocado en el punto de mira de la población y se han quedado sin el pretexto de que otros partidos definen la agenda legislativa.
Es justificado el temor de que se produzcan acciones en favor de familiares presidenciales acusados de corrupción o que menoscaben la tarea del Ministerio Público y de la Cicig con posibles efectos contra el vicepresidente o que se trate de proteger a diputados.
Al convertirse en un apéndice del oficialismo, el Congreso abre las puertas al clamor por la depuración.