En algunos casos, la acción de esta “interfaz cerebral” implantable llegó a generar de nuevo movimiento en las piernas de sujetos que sufrieron una lesión espinal paralizante hasta seis días antes de la intervención, destacan los autores.
Esta prótesis, apuntan, está elaborada con componentes aptos para poder desarrollar experimentos con humanos, lo que supone un paso importante para probar su eficacia en el tratamiento de pacientes con paraplejía.
Estudios anteriores habían demostrado que es posible usar señales codificadas procedentes de ciertas áreas del cebrero, aquellas relacionadas con la planificación y ejecución de movimientos, para controlar las funciones de una prótesis de mano robótica.
En un caso, recuerdan, un paciente llegó a mover su mano paralizada gracias a estas “interfaces cerebrales computarizadas”, que unen directamente la actividad cortical con la estimulación eléctrica de los músculos.
No obstante, se desconocía, hasta ahora, si esos avances podrían servir para restaurar los complejos patrones de activación de los músculos de las piernas y de la coordinación necesaria para caminar.
La citada interfaz desarrollada por los expertos del EPFL, junto a colegas en Reino Unido, Francia, China, Italia, EE.UU. y Alemania, decodifica señales procedentes de zona de la corteza motora que ordena el movimiento, las cuales estimulan unos electrodos implantados en “puntos clave” de la médula espinal inferior que, a su vez, regulan la flexión y extensión de los músculos de las piernas.
Los investigadores probaron esta nueva tecnología en dos monos rhesus que padecían parálisis en una pierna como consecuencia de una lesión espinal.
En la semana posterior a la lesión, uno de los primates recuperó, sin adiestramiento alguno, el movimiento parcial de la pierna tanto en ejercicios efectuados sobre una cinta de andar como sobre el suelo, mientras que el otro invirtió dos semanas en obtener los mismos resultados.
En un artículo anexo de Nature, el experto Andrew Jackson, del Instituto de Neurociencia de la Universidad de Newcastle (R.Unido) , destaca los rápidos avances logrados en los últimos años para probar en humanos ciertos tipos de interfaces aplicadas en monos.
“Es razonable especular con la posibilidad de que al final de la década se puedan desarrollar los experimentos clínicos con interfaces que conectan el cerebro y la médula espinal”, afirma el científico.