“Es importante que la madre desde el inicio del embarazo ajuste su consumo diario de proteína y otros nutrientes, para que el bebé tenga un crecimiento sano y acorde a su edad”, comentó el doctor Jorge Palacios, gastroenterólogo pediatra.
Estudios han registrado múltiples beneficios para el niño y la madre que aplican esta recomendación. La leche materna disminuye la morbilidad infecciosa infantil, mejora el desarrollo motor del pequeño y ayuda a prevenir las enfermedades en la vida adulta. Para la madre, favorece la pérdida de peso durante el período de posparto.
Durante los primeros seis meses de vida, el menor tiene exigencias nutricionales muy elevadas debido a su rápido crecimiento. Durante los primeros meses de vida es cuando este requerimiento es más alto, por lo que la leche materna presenta una mayor cantidad de proteínas en su composición.
Conforme pasan los meses, esta necesidad de proteína disminuye, por lo que la cantidad en leche también lo hace. Es una respuesta natural que tiene el cuerpo de la madre a los requerimientos nutricionales del bebé.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que los lactantes empiecen a recibir alimentos complementarios a los 6 meses, primero unas dos o tres veces al día entre los 6 y los 8 meses. Entre los 9 a 11 meses y los 12 a 24 meses, unas tres o cuatro veces al día, y se les añade aperitivos nutritivos una o dos veces al día, según se desee.
La alimentación complementaria debe ser suficiente, lo cual significa que los alimentos deben tener una consistencia y variedad adecuadas, y administrarse en cantidades apropiadas y con una frecuencia adecuada, que permita cubrir las necesidades nutricionales del niño en crecimiento, sin abandonar la lactancia materna.
“Es indispensable asegurar una alimentación con cantidades adecuadas de proteína, ya que esto influirá directamente en la salud que el niño tendrá en la vida adulta”, concluyó Palacios.