El 27 de agosto de 1998, Prensa Libre dio a conocer el desastre que dejó 25 personas muertas luego de que una montaña cediara ante la intensa lluvia. Esto provocó una avalancha que dejó bajo tierra varias casas ubicadas en los cantones Chujuyub, Pachoj, Cruzché y Quibalá, así como la aldea Graditas de Santa Cruz, El Quiché.
A la una de la madrugada la tierra comenzó a temblar y luego se produjo el deslave. Los sobrevivientes en la oscuridad comenzaron a pedir ayuda; al amanecer comenzó la labor de rescate. Se pudo ver desolación y dolor; luego de la tragedia los pobladores y vecinos de la aldea Santa Rosa, otro de los lugares donde murieron varias personas, inhumaron a sus seres queridos.
Otra de las mayores tragedias naturales ocurrió el 13 de septiembre del 2002, a eso de la 21 horas, cuando todos descansaban en El Porvenir, San Lucas Tolimán, Sololá.
Esa noche caía una copiosa lluvia, que causó una avalancha de rocas, lodo y árboles que descendió del volcán Tolimán y soterró viviendas de la comunidad. El saldo fue de 23 muertos, en su mayoría niños, y 10 desaparecidos.
La madrugada del miércoles 5 de octubre de 2005 un alud proveniente de un cerro sepultó las comunidades de Panabaj y Tzanchaj en Santiago Atitlán, Sololá.
“Apocalíptico, tremendo, devastador, increíble” fueron los calificativos que más se repitieron al contemplar la zona del desastre, en vez de encontrar una comunidad llena de vida, lo que se observaba era desolación y destrucción.
La situación en el país era alarmante. Desde una semana antes la lluvia había provocado estragos en la red vial y además de Panabaj y Tzanchaj, otras comunidades en San Marcos sufrieron deslaves que dejaron también cuantiosos daños en viviendas y personas atrapadas en el lodo y escombros.
Conforme pasaron los días las esperanzas de recuperar sobrevivientes se fue desvaneciendo y la prioridad era rescatar los cuerpos de las víctimas para que sus familiares les dieran una sepultura digna.
En el caso de las comunidades de Atitlán, a los tres días era imposible seguir con la recuperación de cuerpos. Lograron sacar de entre la tierra únicamente 76 cadáveres, y quedaron sepultados más de mil habitantes bajo el lodo que bajó del cerro cercano. “Ya no se puede trabajar más. Ahí se va a quedar enterrada nuestra gente”, comentó Esquina.
El 18 de noviembre 2007 luego de un derrumbe en la colonia El Edén, zona 5, que dejó varias personas muertas, y de que entidades de socorro declararon el lugar inhabitable, algunos vecinos se arriesgaron y continuaron viviendo en el lugar.
A pesar de que la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres (Conred) declaró de alto riesgo algunos sectores del lugar y determinó que varias viviendas eran inhabitables, 35 familias regresaron al lugar de la tragedia.
Los altos precios de los alquileres, así como la falta de respaldo y apoyo del Gobierno, los obligó a volver al lugar que, irónicamente, se llama El Edén, pero que para ellos se convirtió en un infierno aquel días de la tragedia.
Con sus propias manos, los habitantes removían los escombros de casas y calles. El Edén era lo único que tenían.
El 16 de junio de 2005 una tragedia enlutó al país, una correntada de lodo destruyó más de 80 viviendas en Senahú, Alta Verapaz, cegándole la vida a 22 personas.
Cuando todos estaban por concluir la cena y se aprestaban a dormir la noche del miércoles recién pasado, la madre naturaleza no concedió tregua y se llevó por delante 22 vidas, entre ellas, las de unos 10 niños, 88 viviendas, ilusiones y grandes esperanzas, en el municipio San Antonio Senahú, Alta Verapaz.
Desde 2000 se había advertido que era un lugar de riesgo, pero nadie desalojó. Esa noche, las fuertes lluvias provocaron que una ladera del cerro El Calvario cayera sobre un número aún no determinado de casas de la referida comunidad, a unos 250 kilómetros al norte de la capital.