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José Raúl Vera: Hacemos el trabajo sucio a EE. UU.

José Raúl Vera López (1945) es un fraile dominico, obispo de Saltillo, México, una zona asolada por el narcotráfico y el crimen organizado, donde ha visto de cerca el drama de los migrantes en ruta a EE. UU., tema en el cual considera que su país se contradice, pues exige respeto para sus connacionales, sin velar por los de otras nacionalidades. "Los mexicanos le estamos haciendo el trabajo sucio a Estados Unidos", dice.

El   Obispo  José Raul Vera arribó al país para dar una charla en instituciones católicas. Él goza de fama internacional por su lucha a favor de  las minorías.

El Obispo José Raul Vera arribó al país para dar una charla en instituciones católicas. Él goza de fama internacional por su lucha a favor de las minorías.

En 2010 recibió en Noruega el premio de la Fundación Rafto para los Derechos Humanos, por su trabajo en favor de los desamparados: no solo los migrantes, también los mineros de carbón, indígenas, trabajadoras sexuales, familiares de desaparecidos de la narcoguerra y homosexuales.

Así se ha ganado muchos amigos y también enemigos. Por eso en la muñeca izquierda lleva una pulsera de acero donde está grabado su nombre, tipo de sangre y hasta su condición de alérgico a los antibióticos. “Uno nunca sabe si le van a disparar”, expresa.

Estuvo en Guatemala una semana para dirigir un retiro de la Orden de Predicadores.

A usted lo definen como un obispo poco común, que baila, canta, se toma las cervezas…

Pues sí. Cuando amigos deciden ir y me dicen vamos a tomar una cerveza, y tomamos la cerveza, no entramos a emborracharnos.

¿Cómo se siente en su función de obispo?

Soy un fraile dominico que está al servicio de la Iglesia como obispo y lo hago con mucho gusto.

Se dice que usted es un amante de la tecnología.

Sí. Las redes sociales están logrando muchas cosas. Se pueden difundir las injusticias que se cometen, se pueden poner acuerdo para realizar acciones conjuntas a favor de la paz y la justicia. El derrocamiento de —Hosni— Mubarak —presidente de Egipto— se atribuye a los jóvenes y a las redes sociales. Entonces, las redes sociales pueden ayudar. Por las redes sociales también se puede evangelizar. El Papa tiene Facebook y tiene Twitter.

El Papa también ha hablado de la integración de ateos y homosexuales. ¿Está de acuerdo?

Sí, de aquellos que sin tener una religión tienen una ética moral válida. Es que el diálogo con el mundo lo tenemos que tener. Estamos llenos de prejuicios. Los ateos también tienen derecho a conocer el mensaje de la salvación. Y —también— las personas estigmatizadas por la misma Iglesia, como son los homosexuales, tienen el derecho a conocer el anuncio de la fe y tienen derecho a vivir dentro de la Iglesia, respetando claro, la dignidad humana.

Pero, no ha sido fácil vencer los prejuicios.

Nuestro Señor nos enseña a quitarnos los prejuicios. ¿A quién rechazó el Señor? A los únicos que rechazó y recriminó fue a los fariseos, que hacían de la religión judía un sistema religioso que expulsaba gente y condenaba gente.

Y Nuestro Señor les dijo: “Ustedes no cumplen el mandamiento de Dios, y sin embargo echan pesadas cargas sobre la gente”. Así somos, echamos pesadas cargas y condenamos a una persona y la echamos fuera, y no queremos hablar con ella y no la queremos ver en la Iglesia, pero esto no lo debemos hacer.

¿Es usted un defensor de la minorías?

De las minorías vulnerables. En México, de 100 millones de habitantes, el 12 por ciento son pueblos originarios, y no se ha aprobado la famosa Ley Indígena que pondrá en la Constitución, el derecho a su lengua y costumbres. Y los siguen viendo de forma paternalista, como menores de edad, y esto no es lo que ellos han pedido. Otro grupo que me toca defender son los migrantes y a los familiares de los migrantes desaparecidos.

¿Ve incoherencia en las autoridades mexicanas que piden respeto para sus migrantes, pero no protegen a los centroamericanos?

Es una incongruencia total. Nosotros, los mexicanos, no respetamos a los migrantes, y pedimos respeto para los nuestros. Es más, prácticamente le estamos haciendo el trabajo sucio a Estados Unidos al estar impidiendo que los migrantes centroamericanos pasen. La acción de los grupos que torturan a los migrantes es una acción que la realizan impunemente.

Entonces, ¿hay colaboración de ciertas autoridades?

Colaboran, y de manera delincuencial, agentes del Instituto Nacional de Migración, agentes policiales y también grupos del ejército que hacen retenes, y cuando pasan los camiones llenos de migrantes secuestrados enfrente no los ven. Hay un montón de casas de seguridad, y el ejército paseándose y no ve las casas. Hay una acción cómplice del gobierno mexicano en el control por métodos injustos, inhumanos y criminales de los migrantes para que no pasen a EE. UU.

¿Cómo ha cambiado la represión hacia los migrantes?

En el 2001 eran los guardias privados de los trenes quienes mataban. Unos años después fueron integrantes de la Mara Salvatrucha quienes hacían de control. Podían moverse porque ayudaban a controlarlos. Ahora es el crimen organizado.

¿Se ve a los migrantes como mercancía?

Los migrantes son objeto de comercio. La policía los captura y el Instituto de Migración hace canjes con el crimen organizado de migrantes que tienen familiares en EE. UU. por los que no tienen familiares. Todo, por dinero. Pero no solo secuestros, también sabemos de que hay tráfico de órganos. Algunos han tenido que pagar con su riñón, y lo hacen todo en las casas de seguridad.

¿Usted denuncia esto?

Tenemos un informe anual o semestral de la Casa del Migrante. Allí ponemos las declaraciones que las personas hacen de las casas de seguridad del crimen organizado. La Casa del Migrante no solamente da albergue; también defiende los derechos humanos y denuncia todo lo que pasa. También hace lobby con instituciones gubernamentales y no gubernamentales, en busca de beneficios, pero debe ster una lucha regional.

Diálogo con culturas indígenas

José Raúl Vera fue nombrado en 1995  obispo coadjutor de la diócesis de San Cristóbal de la Casas, y participó en el proceso de paz entre el Gobierno mexicano  y el Ejército Zapatista. Fue duramente criticado y hasta comparado con Fidel Castro por  opositores al mensaje social que daba en las iglesias.   Trabajó durante cuatro años  con los indígenas, y dice que estudió a fondo la “teología india”.

“Es un esfuerzo retardado, ya que desgraciadamente la religión entró junto con la espada. La evangelización no fue en diálogo con la cultura, la cultura de los indígenas, con su espíritu religioso y en diálogo, como sí se hizo en la cultura mediterránea, donde la Iglesia sí entró en un diálogo y se hizo el proceso de interculturización del Evangelio”.

Vera dice que fue precisamente eso lo que buscó hacer en Chiapas, y continúa con los pueblos originarios que tiene a su cargo.

“El día de hoy es lo que estamos tratando de hacer, porque todavía existe esa especie de esquizofrenia en los pueblos que siguen teniendo su fe, pero ya dentro de la religión cristiana. Existen sacerdotes mayas y le rinden culto al Dios de la creación que nos reveló Jesucristo, pero tienen una manera de dirigirse a Dios que es propia, ligada a su cultura, y entonces desde ese sentido el día de hoy hay misioneros que trabajan con los pueblos indígenas que hacen esta diálogo interreligioso”.

Explica que él continúa su labor en el Centro Nacional de Misiones Indígenas (Cenami),  donde la Iglesia se ha nutrido también de los procesos culturales de los indígenas.

“Se está elaborando con la ayuda de los mismos pueblos una categorización de la fe cristiana y los contenidos del Evangelio con la cultura indígena, con toda la religiosidad que toda esta cultura ha tenido de por vida. Son unos grandes místicos los hermanos indígenas; son hombres de oración”, asegura.

Trayectoria

José Raúl Vera es un fraile dominico y obispo de Saltillo, México.

Nació en  Guanajuato, México, el 21 de junio de 1945.

Ingeniero químicopor la Universidad Nacional Autónoma de México (Unam).

Licenciado en Teología  por la Universidad Santo Tomás de Aquino, Roma.

Fue ordenado sacerdote en 1975 por el papa Pablo VI.

Se le designó obispo  de Ciudad Altamirano, Guerrero, México, en 1988, por el papa Juan Pablo II.

Fue obispo en Chiapas en 1995,  y participó en los diálogos de paz entre el gobierno mexicano y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional.

Desde 1999  es obispo en Saltillo, donde ha trabajado por los derechos de los migrantes, desaparecidos y mineros.

En el 2010 recibió el premio Rafto a los derechos humanos, que se considera  el galardón  antes del Nobel de la Paz.

Nominado  Nobel de la Paz en dos años consecutivos: 2012 y 2013, por su lucha en favor de los desamparados.

15 años lleva como obispo de Saltillo, México, una ruta de migrantes.

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