Famosos eran los baños de leche de Cleopatra o Popea, la esposa de Nerón. Sin embargo, los alimentos como productos de belleza volvieron a tomar fuerza en Europa a finales del siglo XIX, cuando los cosméticos fueron considerados como inaceptables.
BBC NEWS MUNDO
De gelatina de trasero de burro a píldoras de placenta: la próspera industria de los “nutricosméticos”
Desde tiempos inmemoriales las mujeres han utilizado alimentos para tener pieles más tersas y lucir jóvenes y saludables.
“En la época victoriana, cuando la belleza era entendida como un “don de Dios”, explica Madeleine Marsh, historiadora de cosméticos.
Entonces, comprar un producto de maquillaje estaba reservado para “actrices, prostitutas y francesas”, explica.
Manuales escritos durante esa época promueven el uso de brebajes como el jugo de frutilla, el uso de porotos verdes o la “máscara” de carne asada durante la noche como antiarrugas.
Y de la época victoriana al feminismo, durante los años 70, los productos naturales se abrieron paso en una sociedad donde las mujeres se cansaron de ser vistas como objetos.
“Con los 70 llegó la época del antimaquillaje, las mujeres dejaron de depilarse, fue la época del auge del feminismo. Allí comenzó el interés por una vida más natural u orgánica”, explica Marsh.
Pero, ¿cómo transformar generaciones de conocimiento en una industria floreciente?
Hoy, 40 años después, lo orgánico está de moda.
Tanto que incluso viene en forma de pastillas, con la industria de los suplementos alimenticios en auge, lo que ha impulsado la que hoy se denomina “nutricosmética”; alimentos que se dice tienen propiedades positivas en belleza.
“Es una forma nueva de hacer algo que hemos hecho siempre”, dice Marsh y asegura que después de haberlo probado todo, cubrirse con capas de maquillaje e inyectarse cuanto bótox se encontrara, las mujeres han vuelto a lo natural.
Las tiendas de departamentos más exclusivas de Londres, como Seldfridges y Harrods, han destinado un espacio especial para los los nutricosméticos y suplementos.
“A mi escritorio llegan unos 15-20 productos de belleza diariamente: labiales, champús… y de ellos unos dos vienen de alimentos”, cuenta Nicola Moulton, directora de Belleza de Vogue UK.
“Solían tener una presentación aburrida, se veían como vitaminas de esas que estaban escondidas en una esquina de la farmacia. Pero ahora comenzaron a lucir más interesantes”, asegura sobre los suplementos.
¿Moda o hábito?
Los productos de belleza han tenido una “progresión natural hacia el mercado de alimentos”, explica Francoise Therin, jefa de estudios de NPD, empresa que monitorea las industrias de belleza y alimentos.
Según la analista, el aumento de la expectativa de vida y de los ingresos de la población en Occidente y Asía Pacífico ha permitido que la gente le dedique más presupuesto al cuidado personal.
El mercado de los nutricosméticos mueve alrededor de US$3,500 millones anuales y se espera que la cifra suba a US$7.400 millones en 2020.
“La industria global de belleza crece alrededor de 4.3% al año. La de nutricosméticos, 10%”, dice Therin.
Del total global del mercado de los nutricosméticos, la región de Asia Pacífico representa el 50%, liderado por Japón.
“Es porque esos mercados le dan mayor importancia al ethos holístico de la dieta y la salud”, asegura la analista.
En Japón, por ejemplo, hace años que las mujeres toman suplementos de placenta. Además, el maquillaje natural está bien visto y en vez de gastar miles de dólares en crema al año las mujeres utilizan el agua con que lavan el arroz para limpiar y humectar su cara.
Gelatina de trasero de burro
Otro de los lugares donde se rinde culto a la “belleza desde dentro” es China.
Por miles de años uno de los alimentos de belleza más preciados ha sido la gelatina de trasero de burro.
“Café del burro” es uno de los lugares más tradicionales de Pekín para consumir los productos derivados del animal.
El más famoso, su cacerola de carne de burro, cuesta unos US$13 y “es muy saludable, rica en aminoácidos y proteínas y baja en grasa y colesterol” dice su dueño Wang Pang Zi.
“Desde la época de mi bisabuelo mi familia ha vendido hamburguesas de burro en mercados del campo”, cuenta.
Hoy su restaurante se han diversificado, además de las cacerolas y hamburguesas, el café vende panqueques rellenos con carne de burro y sus tradicionales sopas de piel y médula del animal.
Uno de sus productos estrella es la gelatina. “Nuestra gelatina es producida a partir de la extracción y cocción de distintas partes de la piel del burro. Si las mujeres la consumen, su piel lucirá más tersa y sus caras, jóvenes”.
Y en el restaurante, una de sus clientas que come cacerola de burro lo confirma. “Lo aprendí de la televisión. Las princesas o emperatrices no tenían productos de belleza, entonces dependían de su consumo alimenticio para verse bonitas”.
No sólo quienes quieren verse jóvenes y saludables consumen carne de burro.
En Europa y occidente en general todo se puede encontrar en forma de píldoras, los denominados “suplementos”, que van desde colágeno hasta placenta y cuyo consumo mensual puede costar entre US$30 y US$60.
¿Magia?
Sin embargo, no todos creen a ojos cerrados en las propiedades casi mágicas de ciertos alimentos.
“Como dermatólogos sabemos que una nutrición pobre tiene resultados desastrosos en la piel”, asegura Kathleen Suozzi, dermatóloga de la Universidad de Yale, Estados Unidos.
Pero de ahí a asegurar que tomar esos suplementos puede tener efectos en la piel, es otra cosa. No hay estudios que prueben su eficacia, asegura la doctora.
“Se puede probar su nivel en la sangre, pero eso no quiere decir que lleguen eficazmente a la piel”.