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El hambre en general se determina por una hormona que ghrelina, la hormona del apetito. “Nuestro cuerpo segrega esta hormona y cuando alcanza cierto nivel empezamos a sentir sensación de hambre…y se ve estimulada también por otras condiciones como el nivel de estrés”, dice la nutricionista Flor de María Zamora de Nutrition Bioclinic.
Las sensaciones de hambre en cada ser humano varían. Unas personas podrían necesitar comer hasta cinco veces y otras, lo harán menos veces y el ideal es que en esos tiempos logren consumir los nutrientes que le aporten beneficios a sus salud, agrega Zamora.
Pero, además de esta hormona influyen otras cuestiones en nuestros hábitos de alimentarnos. Ana Isabel Rosal, directora de la maestría en coaching nutricional y nuevos enfoques de atención de la Universidad del Valle de Guatemala, comenta que al hablar del tema de comer, las primeras experiencias en la niñez son importantes, es ahí donde nos enseñaron a relacionarnos con la comida, y debido a ellos, algunas personas únicamente ven los alimentos como un premio o un castigo.
En general, el hambre es un proceso fisiológico y psicológico que estimula al cuerpo a la ingesta de alimentos con el fin de obtener nutrientes cuando hay una baja de los niveles en nuestro organismo.
Cuando se tiene hambre existen algunas señales como salivación excesiva, aumento del sentido del olfato, liberación de hormonas, movimientos intestinales, la boca del estómago se dilata y contrae.
Influye en el hambre también el sabor del alimento, la relación que tiene con éste, las horas que han pasado sin comer, entre otros aspectos. “El estado de ánimo, ya sea mucha alegría o tristeza e incluso las horas de sueño también podrían influir porque cuando alguien se ha desvelado podría aumentar su nivel de hambre”, expresa Zamora.
Nueve tipos de hambre
Zamora explica que en general el hambre relacionada con emociones responde a impulsos, necesita ser satisfecha en el instante, tiene por lo regular un gusto específico, y por lo regular hace sentir culpabilidad, mientras el hambre fisiológica puede esperar y nos hace sentir más plenitud.
También aclara la importancia de comer en el momento que se identifique el hambre y no llegar a niveles de hipoglucemia, o baja de azúcar que se representa por agotamiento y otros síntomas que reflejan en un desequilibrio en la persona, o bien a querer comer demasiado.
Rosal comenta que estudios reflejan que se realizan de 200 a 300 decisiones al día con relación a la comida y estamos conscientes de un pequeño porcentaje.
Agrega que en la maestría de coaching nutricional se estudian cerca de nueve tipos de hambre relacionados con los sentidos y las emociones. Lo más importante es llegar a conocerlas, saber cuáles de ellas son las que nos despiertan las ganas de comer y ser más conscientes de tomar una decisión más beneficiosa.
- Hambre visual
La vista convence al estómago de comer. Una estrategia muy utilizada en restaurantes cuando llevan el carrito de postres para elegir y no la carta del menú. - Hambre olfativa
El aroma motiva también a comer. Si llega usted a un lugar donde se hornea el pan a horas estratégicas, este olor sin duda le motivará a consumir más y comprar. - Hambre del oído
Esto también podría despertar nuestras ganas de comer. Algunas personas responden a sonidos cuando escuchan masticar algo crujiente, o al abrir una botella de bebida con gas. - Hambre de boca
Esta se da cuando se busca una sensación de sabores que den placer. El placer va disminuyendo conforme se come,
Al respecto Rosal explica que por ello es importante estar conscientes de lo que comemos y disfrutar cada bocado. Si lo comemos demasiado rápido no damos tiempo al cerebro y podríamos necesitar comer el pastel completo, y por el contrario al tomarse el tiempo de masticar y disfrutar, después de unos bocados, el cuerpo estaría satisfecho. - Hambre de estómago
Cuando sentimos señales de hambre como un vacío. Es preciso identificarla porque se puede confundir con otras señales de sed, ansiedad, estrés, aburrimiento. - Hambre de tacto/contacto
La sensación de ver un alimento y querer tocarlo podría llevar a comer en un momento que no se desa. - Hambre celular
Cuando las células de nuestro cuerpo piden energía, aparecerá la necesidad en el estómago, salivación, mareo, cansancio, mal humor y una pérdida súbita de energía. - Hambre mental
¿Debería comer o no? Esta por lo regular dejará una sensación de culpabilidad y no de satisfacción. - Hambre del corazón
Se relaciona con emociones, la falta de amor que no se llena con la comida.
¿Cómo ser más conscientes de cómo comer?
“Cuando identificamos qué nos desencadena el hambre podemos usar estrategias, así si el hambre visual nos hace reaccionar podríamos en algún momento evitar situaciones como ver el carrito de postres para no seguir comiendo después de una cena”, dice Rosa, como ejemplo.
Rosal indica que una manera de ser más equilibrados en nuestra forma de comer viene de qué tan conscientes de nosotros y del momento que vivimos.
La finalidad es que tomemos el tiempo para disfrutar de los alimentos, lo hagamos despacio, conociendo los sabores y deteniéndonos a vivir ese espacio.
Mireia Hurtado, catedrática invitada de la maestría en coaching nuticional, habla de vivir también herramientas como el mindfulness, que proviene del budismo y que ayuda a tener más consciencia de este espacio al alimentarnos. La finalidad es prestar atención de una manera especial al momento presente y sin juzgar.
Cuando se focaliza la persona en el acto de comer se llama mindful eating, lo que nos permite reaprender a escuchar y responder de forma inteligente a las señales del cuerpo sobre cuándo y cuánto comer.
Para finalizar, Zamora hace énfasis en que se invita a las personas a buscar apoyo nutricional o psicológico cuando sientan que existen dudas en cuanto a las cantidades y calidad de la comida, o bien en que existe un problema que va más allá de la nutrición.
“La alimentación saludable no tiene que ser estresante, sino formar parte de la vida normal. No se necesitan de dietas mágicas y lo principal es trabajar el amor propio, en ejercitarse, lograr una rutina de meditación o relajación que nos haga construir una vida plena”, concluye Zamora.
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