En este artículo se describe por qué la amistad es un componente importante de la felicidad y qué aportan los distintos tipos de relación de amistad. Además, un experto responde a la pregunta: ¿puede ser la pareja un amigo?
Contar con un círculo amplio de amigos ayuda a hombres y mujeres de mediana edad a tener un mayor sentido del bienestar y de felicidad, según un estudio reciente. Los investigadores, del Colegio Universitario de Londres (Reino Unido), han basado su observación en más de seis mil 500 británicos nacidos en 1958 y a quienes se dio seguimiento hasta la mediana edad. El análisis, que publica la revista Journal of Epidemiology and Community Health, concuerda con los hallazgos de investigaciones anteriores.
Amistad: un ingrediente de la felicidad
Dice una frase conocida que hay tres claves para la felicidad: la salud, el dinero y el amor. Pero, en términos científicos, no se ha podido demostrar que la salud aporte una felicidad duradera, ni que su falta implique infelicidad; tampoco que el dinero otorgue de manera automática la felicidad. En cambio, sí se ha confirmado de forma empírica que el amor (entendido como todas las relaciones afectivas) está directamente relacionado con mayores niveles de satisfacción subjetiva y, en consecuencia, con la felicidad.
La amistad es una de estas relaciones afectivas, junto con las relaciones de pareja y la familia. Las tres funcionan como base sólida de la verdadera felicidad psicológica humana, como han comprobado varios estudios, aunque sin llegar a recabar el porqué.
Se ha confirmado de forma empírica que todas las relaciones afectivas están directamente relacionadas con mayores niveles de satisfacción subjetiva
El especialista José Luís Zaccagnini, de la Facultad de Psicología de la Universidad de Málaga y experto en psicología positiva, aporta algunas razones tentativas. En primer lugar, “somos animales sociales y, por tanto, nos sentimos mucho mejor por el mero hecho de estar próximos a otros seres humanos”. En segundo lugar, “varias necesidades humanas fundamentales, como las relaciones sexuales o afectivas, la comunicación o la autoimagen, dependen de forma crucial de las relaciones afectivas con otras personas”.
Y, por último, “los seres humanos somos seres ‘para los demás’, es decir que, en última instancia, solo podemos encontrar sentido a la vida en base a nuestras relaciones con los demás”.
Amistad: libertad para fijar las reglas
La amistad implica intrínsecamente “libertad” para escoger los amigos y establecer el tipo de relación que uno desea. Este es un aspecto importante en términos de felicidad en una sociedad en que la mayor parte de relaciones se fundamentan en normas, roles y límites fijados. “En realidad -afirma Zaccagnini- todas las relaciones interpersonales han de basarse en algún tipo de reglas para facilitar la comunicación (sin comunicación no se crea una relación). Otra cosa es quién fija estas reglas.
Y la libertad, en el caso de las relaciones de amistad, consiste en que ambas partes fijan las reglas y las ajustan en base a las necesidades y posibilidades. Por el contrario, en las relaciones pautadas por la sociedad (padres-hijos, pareja, autoridad…), las reglas vienen impuestas culturalmente”.
Otras características que dotan a la amistad de un alto poder para proporcionar bienestar es la libertad de expresión de sentimientos y emociones; la voluntad de cooperar y no competir; la facilidad por saber lo que el otro siente o piensa; la disponibilidad para escuchar y apoyar ante los problemas; la valoración de cualidades y logros; o la aceptación de las debilidades y los errores, entre otras.
Felicidad según el grado de amistad
La libertad para escoger relaciones genera una gama de opciones de amistad, desde la más superficial a la más íntima, y todas ellas juegan un papel determinado en la felicidad y el bienestar de una persona. La clasificación más habitual, que cita Zaccagnini en el artículo Amistad y bienestar psicológico: el papel de los amigos c, es la que distingue entre los amigos íntimos, los buenos amigos, los amigos circunstanciales, los conocidos y los desconocidos (con los que en alguna ocasión esporádica se puede llegar a compartir un momento o cosa). Algunos autores incluyen también el amor.
La amistad íntima, la que supera pruebas vitales como divorcios, cambios de residencia, matrimonios o cambios de estatus social, entre otras circunstancias, tienen una importancia psicológica muy importante porque suponen un apoyo emocional en momentos críticos.
Es un tipo de amistad que supera el espacio y el tiempo (a veces podemos estar años sin saber de ellos), pero la mera existencia del conocimiento de esa amistad proporciona una gran seguridad afectiva. En general, solo se tienen tres o cuatro amigos de este tipo.
Los buenos amigos también juegan un papel importante en el bienestar psicológico, sobre todo respecto a la autoestima y el reconocimiento (motivación inherente en el ser humano). Con estos amigos se sale, se comparten conversaciones, se realizan actividades (habituales o no) por afinidad de gustos e, incluso, se les tiene un cierto grado de confianza.
Los amigos más numerosos son los amigos circunstanciales. Estos se tienen porque las situaciones “obligan” (por el trabajo o por alguna actividad lúdica), pero con quienes se siente una conexión especial que hace ir más allá de la mera obligación de mantener una relación. Se basa, sobre todo, en el respeto mutuo y los intercambios de ayuda puntuales relacionados con la circunstancia que mantiene la unión.
A menudo, se profundiza en alguna de estas relaciones circunstanciales. Y aunque no se le da mucha importancia a este tipo de relaciones, sí que aportan la felicidad cotidiana porque son con quienes uno pasa la mayor parte de horas del día. En varias investigaciones se ha constatado que el esfuerzo por parecer simpático, por la falta de confianza que se tiene con alguien, favorece el buen estado de ánimo.
¿Puede ser la pareja un amigo?
No está muy claro si la persona con la que se establece una relación de pareja también puede cumplir la función propia de la amistad. Según José Luís Zaccagnini, de la Facultad de Psicología de la Universidad de Málaga, depende.
La pareja puede fijar sus propias reglas de comunicación, algo que cuadra con la formación de una relación de amistad. No obstante, “en la pareja hay vínculos sexuales y de proyecto en común (hijos, familia, hipoteca…) con un compromiso a largo plazo, que hace que sea una relación diferente a la de amistad pura. En esta última, de hecho, no debería haber ningún elemento que exija continuar la relación que no sea el deseo personal de mantener el afecto”.
El experto aclara que, en realidad, la amistad “pura” no existe y que, en la práctica, una relación de pareja puede parecerse mucho a una amistad y viceversa. Sin embargo, todas las características de las relaciones de amistad no siempre son fáciles de cumplir con la pareja, puesto que la cercanía física continua y las cargas y compromisos compartidos interfieren en la relación. Por este motivo, los especialistas recomiendan reservar un espacio emocional propio.