REGISTRO AKÁSICO
Desprecio a la fe pública notarial
Escandalosa escasez de papel sellado. Como en los peores momentos de la Colonia, los notarios se ven privados de papel para sus protocolos. El mal gobierno sabotea actos civiles y contratos de particulares. Empleadillos se regodean con trabar los negocios de la ciudadanía.
El papel sellado se originó el 15 de diciembre de 1636, cuando el rey Felipe IV decretó que a partir del 1 de enero del año siguiente debía utilizarse en la redacción de escrituras públicas. Ante las dificultades de utilizarlo en asuntos de poca cuantía, también se fabricó “para despachos de oficio” y “para pobres de solemnidad”. En el Imperio Español en Indias, a partir de 1640, su uso estaba extendido.
Había sido establecido por medio de una “Real Pragmática”, es decir, decretos reales que se suponía ordenaban asuntos esenciales del Estado. El papel no era la gran cosa, pero aseguraba ingresos ciertos a la hacienda y daba alguna seguridad a los contratos. En todo alzamiento, invasión y revolución en España, lo primero que se hacía era imprimir ese papel, pues proyectaba idealmente que se había establecido un nuevo dominio político.
No obstante, en tiempos de paz, los malos empleados y funcionarios ineptos provocaban penurias de papel sellado. Lo peor de todo era el rechazo a considerar peticiones por parte de las autoridades si no estaban escritas en dicho papel. De esa cuenta, al menos en el Virreinato de la Nueva España, el Nuevo Reino de Galicia y el Reino de Guatemala, lo que hoy forman los actuales Estados Unidos Mexicanos y los países de Centroamérica, existía un fuerte descontento con las autoridades coloniales, a causa de dicha insuficiencia.
Don Miguel Hidalgo y Costilla, Generalísimo de América, el 6 de diciembre de 1810, en Guadalajara, suprimió el papel sellado. “Que en todos los negocios judiciales, documentos, escrituras y actuaciones, se haga uso de papel común quedando abolido el del sellado”, decretó. Posteriormente, con la consolidación de la independencia mexicana y la formación de la federación, se mantuvo la prohibición de generar papel sellado para actuaciones públicas.
En Centroamérica, por el contrario, se mantuvo el papel sellado. El documento que después se escogería como el Acta de la Independencia fue redactado en papel sellado, por el letrado José Cecilio del Valle. En contra, se postergó el grito de Independencia del 5 de noviembre de 1811 porque los discursos habían sido dichos de voz y no constaban en papel sellado. ¡Ni modo, señoras y señores, papelito manda!
En la historiografía actual y discursos conmemorativos se ha olvidado la existencia de un proceso de insurrección para establecer la independencia. La interpretación histórica agosta lo sucedido a una habitación y a un día. La verdad es que el espíritu formalista ha olvidado que antes de dicha reunión había existido represión, exilio y muerte para los alzados y que suficientes movimientos armados habían tenido lugar en Centroamérica para conseguir la libertad, así como continuaron para mantenerla.
En fin, el papel sellado ha tenido un gran aprecio en la historia nacional. Hoy en día es necesario para que los notarios hagan constar contratos, declaraciones de voluntad y actuaciones de familia. A un gobierno que busca medrar en la desorientación y la creación de inconvenientes que ayuden a esconder los actos de corrupción, sirven estos problemas. El ocultamiento del papel sellado descara la falta de servicio de la administración pública. La ciudadanía habrá de convencerse de que se necesita apartar a los malos funcionarios para salvar a la República.
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