Los cenotes son frecuentes en el área de la península de Yucatán y las tierras bajas de Petén, Huehuetenango, Alta Verapaz e Izabal, esto gracias al tipo de piedra que compone sus superficies. “Es el colapso de la piedra caliza por el paso de agua bajo el suelo lo que origina un cenote”, dice Arroyo.
“Donde había un cenote inevitablemente prosperaba un grupo de habitantes”, escribe el investigador estadounidense Sylvanus G. Morley, en su libro La civilización maya.
Algunos Mitos
La palabra cenote viene del término maya d’zonot, que significa: caverna con depósito de agua, y se refiere a un cuerpo acuífero subterráneo que tiene una abertura hacia el exterior.
Para el investigador mexicano Guillermo de Anda hay muchos mitos respecto del uso de los cenotes. Para el estudioso, el sacrificio de humanos para depositarlos en los cenotes no era un ritual recurrente, sino esporádico. Él se refiere a los cenotes más como un osario y depósito de objetos para ofrendar.
Los cenotes en la época prehispánica eran muy visitados. “Eran una especie de centro de peregrinaje”, indica Arroyo. Los ritos de sacrificio fueron divulgados al mundo occidental por Fray Diego de Landa en su libro Relación de las cosas de Yucatán (1566). “En la tierra proveyó Dios de unas quebradas que los indios llaman zenotes, que llegan de peña tajada hasta el agua, en algunos de cuales hay muy furiosas corrientes y acaece llevarse el ganado que cae en ellos y todas estas (corrientes) salen al mar”, describe.
“Algunas veces echaban personas vivas en el pozo (cenote) de Chichenizá creyendo que saldrían al tercer día aunque nunca más aparecían”, cita De Landa, en su libro.
En Guatemala los cenotes más famosos son Los de Candelaria (Huehuetenango), la Poza del Macho (Petén), Sarstún (Izabal) y Hun Nal Ye (Alta Verapaz).