Gobierno ciego y sordo
Por tales cosas, la sociedad quería un cambio, es decir, un paso hacia el progreso. Con el presidente Carrera, la sociedad vivió casi 30 años de conservadurismo y tradición a los viejos esquemas coloniales.
Pero ese clamor no fue escuchado por el presidente Cerna; lo que hizo fue desatar una fuerte represión, amenazas y exilio hacia sus detractores. Así surgieron los grupos que desde la clandestinidad comenzaron a combatirlo con la fuerza de las armas y el intelecto.
Según el doctor Marco Aurelio Soto, durante la administración de Cerna faltó la paz. Por esa razón surgieron las diversas facciones que protestaron contra él. Sin embargo, la primera insurreción le favoreció porque el principal cabecilla, Serapio Cruz, cayó en combate.
Ante su aparente triunfo, el gobierno mandó a cortarle la cabeza al cadáver de Cruz y la expuso a la vista pública. Durante muchos días, la cabeza de Tata Lapo como le llamaban, permaneció en un punto visible de la capital.
Los hechos dieron pábulo para que las facciones guerrilleras surgieran con más fuerzas en toda la República. No había región del país en donde no se conspirara para encender la chispa que posteriormente prendió formalmente el fogarón de la Revolución de 1871.
Compatriotas…
Una de las primeras acciones fue una proclama de Miguel García Granados. Fechada el 8 de mayo de 1871, en San Salvador, la proclama decía:
Por esa razón propongo el establecimiento de un gobierno cuya norma sea la justicia, que en vez de atropellar las garanti?as las acate y respete; que no gobierne segu?n a su capricho e intere?s privado, simplemente que sea fiel ejecutor de las leyes, sumiso y jama?s superior a ellas.
Guatemala necesita una Asamblea que no sea como la presente, un conjunto, con pocas exepciones, de empleados subalternos del gobierno y de seres de?biles y egoi?stas que no miran por el bien del pai?s.
Queremos que haya una prensa libre; sabemos que sin esa institucio?n no hay gobierno bueno. Tambie?n necesitamos un eje?rcito que no este? basado como el presente en la arbitrariedad y la injusticia.
Guatemala, necesita una Hacienda Pu?blica adecuada y un sistema de impuestos nuevo; existen contribuciones onerosas que pesan sobre los pobres. Compatriotas: necesitamos un sistema eminentemente legal”,
conclui?a la proclama de Garci?a Granados.De acuerdo al historiador Antonio Batres Ja?uregui, los cabecillas del movimiento comisionaron a Francisco Andreu para que fuera a comprar a Nueva York 300 rifles Remington y otras municiones.
Para la compra, Miguel Garci?a Granados proporciono? parte del dinero; el resto “lo consiguio? entre varias personas de la capital desafectas al presidente”, cita el libro Barrios ante la posteridad, pa?gina 49. Las armas ingresaron por Villa Hermosa, capital del Estado de Tabasco, Me?xico.
“Miguel Garci?a Granados se radico? provisionalmente en Comita?n y desde ese momento su casa fue el santuario de los revolucionarios”, cita el mismo libro.
Despue?s, los guerrilleros se reunieron en la hacienda El Puente, Comita?n, Me?xico. El 25 de mayo de 1871 varios guerrilleros recibieron sus despachos militares: Coronel Graduado, Justo Rufino Barrios; Comandante Primero, Francisco Ponce, y asi? como ellos, la historia registra tambie?n los nombres de capitanes graduados, subtenientes, clases y tropas.
Justo Rufino Barrios junto? 40 hombres y se fue al lugar llamado “Trampa del Coyote”, en San Pedro Sacatepequez, San Marcos, donde organizo? su famosa compan?i?a llamada Los Duendes. Cuentan que, de su?bito, Los Duendes apareci?an en pueblos y caseri?os; luego escapaban entre los densos bosques dejando un halo de misterio y miedo.
Mientras eso sucedi?a en el Occidente, en otras regiones del pai?s tambie?n estallaban cruentos combates entre facciosos y fuerzas del gobierno. Poco a poco el eje?rcito de la revolucio?n se acercaba hasta los linderos de la ciudad. El ataque final estaba cercano.
Las columnas guerrilleras llegaron a Patzici?a, Chimaltenango. Su consigna era vencer o morir por la causa. Las tropas acamparon; posteriormente, los comandantes dieron a conocer su famosa Acta de Patzici?a, en la cual desconoci?an al gobierno y lo responsabilizaban de los males del pai?s.
Adema?s, en el arti?culo 2 nombraban Presidente Provisorio de la Repu?blica de Guatemala al General Miguel Garci?a Granados y lo facultaban para reorganizar el pai?s. Justo Rufino Barrios ostentaba el ti?tuto de General de Brigada.
Ese documento circulo? en toda la Repu?blica. La incertidumbre por la suerte del gobierno cundi?a en los pueblos.
Casi para el amanecer del 29 de junio de 1871, el presidente provisorio Miguel Garci?a Granados nombro? al capita?n Manuel Aguilar Quiroz para que fuera portador de la bandera nacional cuando el eje?rcito ingresara a la capital. Adema?s, le ordeno? a sus capitanes que eran los responsables de cuanto desorden pudieran cometer sus soldados.
Al despuntar el alba
Ese mismo di?a, el eje?rcito llego? a San Lucas Sacatepe?quez. Justo Rufino Barrios y Miguel Garci?a Granados discutieron el plan para el ataque final. Su objetivo estaba cercano.
Granados avanzo? hasta ver si habi?a peligro. El presidente provisorio se regreso? por la cumbre del Manzanilla arriba de Mixco, pero de pronto escucho? varios disparos de can?o?n.
En otro lado de la loma, Justo Rufino saco? su lente de larga vista, inspecciono? la lejani?a y diviso? que entre los matorrales veni?a el propio presidente Cerna con sus tropas. La chispa de la batalla final comenzaba a prenderse en esas cumbres.
La refriega comenzo?. El mariscal Cerna y sus tropas se enfrentaron al otro “eje?rcito”, pero no pudo resistir el ataque. Fue imposible. El presidente y su tropa se vio copado. Habi?a perdido la batalla. Con semblante sereno, llamo? a su corneta y gallardamente le ordeno? que ejecutara la fatal sen?al de retirada. Su gobierno habi?a cai?do.
La entrada triunfal
Despue?s de la derrota, la noticia circulo? como reguero de po?lvora. La poblacio?n estaba conmocionada: algunos soldados vencidos se perdieron en desbandada mientras el pueblo esperaba ansioso a los triunfadores. Atra?s, en lo reco?ndito de las montan?as, habi?an quedado varios cada?veres y sangre de los soldados que no tuvieron suerte. La vida es asi?.
Del ingreso del eje?rcito a la capital, existen dos versiones. El historiador Vi?ctor Miguel Di?az cuenta que el desfile entro? encabezado por el Mariscal Jose? Victor Zavala y Miguel Garci?a Granados. La columna camino? por la Calle Real y llego? al palacio de gobierno.
“Un seccio?n de infanteri?a se coloco? cerca de la Catedral, el presidente iba a asistir a un Te Deum que le ofreci?a el arzobispo Bernardo Pin?ol”, cita el historiador.
Por su lado, el tambie?n historiador Antonio Batres Ja?uregui, -amigo de Barrios y posteriormente su ministro- menciona que el 30 de junio de 1871 era una man?ana gris y lluviosa.
“A las 10 horas -dice- entro? a la ciudad el eje?rcito compuesto de 500 hombres. Todo fue ju?bilo popular. Don Miguel iba sereno, indiferente, con alteza de espartano estoico. Fue llevado en carruaje por algunos de sus admiradores al palacio nacional.
Don Rufino iba montado en su caballo Roci?o; llevaba el sombrero limen?o hasta los ojos, la barba negra, el continente resuelto y lleno de exube- rante juventud y brios. No atendi?a los vi?tores, cuidando activamente del orden”, concluye el historiador Batres Ja?uregui.
Asi fue como en parte, entre el griteri?o del pueblo, las dianas de los clarines y el sonar de los tambores, aquel 30 de junio de 1871 concluyo? una parte de la historia de Guatemala. Posteriormente, habri?a de comenzar otro capi?tulo ,conocido como La Reforma.