Esclavos de nuestras palabras
En el 2006, una página web entrevistó a Mike Jeffries, director de la marca de moda Abercrombie & Fitch, en la cual dijo que no fabricaba ropa para “gordas ni para chicos que no sean cool”, y continuó así: “Queremos gente linda en nuestras tiendas. Dependientes y clientes. Perseguimos al chico americano atractivo, popular y lleno de amigos. ¿Somos excluyentes? ¡Por supuesto!”.
En esos años, las redes sociales no tenían la influencia de hoy. Recientemente, sus palabras fueron halladas y “resucitadas” por los usuarios y el mundo se le vino encima. Jeffries tuvo que salir del paso defendiéndose en varios comunicados, pero el daño ya estaba hecho: la gente dejó de comprar.
Pero no hay que hablar correctamente solo por ciertos intereses, sino porque simplemente el prójimo merece respeto. ¿Cuántas veces las palabras han hecho de este un mundo peor? De eso hay un sinfín de casos. Ahí están las expresiones de odio del partido nazi de Adolf Hitler, los gritos de “Es ¡put…” que lanzan los mexicanos cuando un portero rival efectúa un saque de meta —tal frase ofende a la comunidad LGBT— o lo que ha dicho Donald Trump, candidato del Partido Republicano de Estados Unidos, contra los latinos y los musulmanes.
Y qué decir de las que compila el libro El arte de insultar, de Arthur Schopenhauer, quien escribió, por ejemplo, que “en otras partes del mundo tienen monos; Europa tiene franceses. Una cosa compensa la otra”.
Estas son algunas frases que ofenden y que, por lo tanto, deberían dejar de emplearse:
“No llorés, parecés mujercita”
Esta es una expresión bastante empleada por los padres de familia de cualquier estrato socioeconómico. Con esto se fomenta el machismo, ya que trata de decir que “solo las mujeres lloran”, mientras que los varones “se tienen que aguantar”.
Así que, para acabar con el machismo arraigado en nuestro país, sería muy bueno borrar tal frase del léxico.
“Puro bajado de la montaña”
Esta discrimina a los pueblos indígenas. Se emplea cuando alguien intenta hacer algo cotidiano, pero no lo logra. Parte de la idea de que un indígena es incapaz o que tiene poca habilidad para llevar a cabo ciertas tareas.
“Andá con la María”
Da por hecho que todas las mujeres indígenas se llaman “María”, algo que posiblemente fue reforzado por las películas mexicanas con el personaje de la India María, que aparecieron a finales de la década de 1960 y continuaron a lo largo de los setentas y ochentas. Aunque los filmes pretendían reflejar el racismo, la discriminación, la pobreza y el machismo del México del siglo XX, también, intencional o no, terminaron por formar el estereotipo del indígena ingenuo y que está por debajo de los ladinos y blancos. Esto, por supuesto, no debería concebirse así.
“Sacaste el lustre” / “Parecés albañil”
Se le dice a alguien que emplea palabras soeces en su vocabulario o que espeta frases altisonantes. Tales expresiones derivan de que, supuestamente, solo los lustradores de zapatos o los albañiles usan tal jerga, aduciendo su bajo nivel educativo. Pero no nos engañemos: la gente con maestrías y doctorados también incluyen esas palabras de forma cotidiana.
“No seas indio”
Con esta expresión se pretende decirle a otra persona que no hay que ser tonto ni necio. Sin embargo, al emplearla se cae en el irrespeto hacia los pueblos indígenas, que componen el 40 por ciento de la población, según datos del Instituto Nacional de Estadística.
“Trabajo como negro para vivir como blanco”
Esta frase tiene una fuerte carga discriminatoria hacia la población afroamericana y garífuna.
De hecho, ha habido propuestas para que la Real Academia Española elimine de su diccionario algunos localismos donde va incluida la palabra “negro”, tales como “trabaja como un negro y apenas saca para vivir” o “vérselas negras”, esta última, referente a “encontrar muchas dificultades para realizar algo”.