Los propietarios de un restaurante y una destilería cercanos a los campos llevaron a Hofstee a los tribunales, alegando que las cáscaras podridas causaban un olor insoportable y servían como un criadero de moscas.
Un juez del Supremo del estado ordenó al agricultor que retire los montones de cáscaras de huevo y despeje sus campos de larvas de moscas.
Hofstee afirmó que la decisión acabaría con su negocio.