Hay quienes se niegan a ir al gimnasio, o siquiera salir a correr o hacer bicicleta, porque implica un esfuerzo desgastante. El sudor, el agotamiento, el desgaste…
Aún así, hay miles, millones de personas alrededor del mundo que se dedican a ejercitarse, excluyendo, incluso, a los atletas profesionales.
Una de esas razones parte desde las sensaciones y beneficios que deja la actividad física, que van más allá de la pérdida de peso o la rehabilitación física.
Está también los beneficios anímicos que se producen tras la constante participación en ejercicios, que van desde la asistencia a un gimnasio hasta las sesiones de baile.
Más allá de los músculos
Las razones médicas para hacer ejercicio son varias, como explica Fernando García Monge, traumatólogo y ortopeda.
Mejora la condición cardiovascular, reduce el riesgo de enfermedades infecciosas, mejora la calidad de los huesos, cartílagos y tendones, y favorece la circulación periférica, entre otras.
La sensación de sentirse anímicamente mejor, sin embargo, tiene una explicación endocrinológica; es decir, de hormonas.
“Cuando uno hace ejercicio existe una liberación de endorfinas, adrenalina y otras hormonas que influyen el estado de ánimo”, menciona el experto.
Cada una de las hormonas tiene diferentes repercusiones en el cuerpo y con distintos beneficios.
Para empezar, ocurre la liberación de endorfinas, “que producen esa sensación de bienestar o satisfacción emocional”, afirma García Monge. “También reducen el dolor y la inflamación”.
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Las endorfinas, en ese plano, alivian en alguna medida la depresión y la ansiedad, lo que produce esa sensación de euforia que tanto satisface a quienes se ejercitan.
Es por eso que las personas que ya están envueltas en una rutina de ejercicio se sienten motivadas a continuar en ella, porque también se genera un sentimiento de autoconfianza.
“Las personas se sienten mejor después de hacer ejercicio”, explica Mario Ramírez, preparador físico en Globalfitness, “porque contribuye a evitar rigidez, a mantener la flexibilidad y una mejor movilidad”.
“Si el entreno es por la mañana para que su día pueda fluir mejor, ayuda también a su densidad ósea”, añade.
El consumo de energías
Depende de la cantidad y la intensidad del ejercicio —en donde también entran los entrenamientos anaeróbicos, que son de mayor intensidad en periodos breves—, también se favorece la producción de adrenalina, que es “una de las más importantes de la regulación metabólica”, según el especialista.
Cuando se libera adrenalina, las vías respiratorias se ensanchan e incrementa el ritmo cardiaco lo que permite una mayor potencia muscular. Además, genera esa sensación de valentía o lucha. Se aumentan los niveles de azúcar en la sangre, por lo que la fuerza es mayor.
Al contrario, y en esa línea, el ejercicio reduce la producción de insulina.
“La insulina básicamente saca el azúcar del torrente sanguíneo y lo empieza a acumular mientras moviliza los depósitos de grasa al torrente sanguíneo para que sean utilizados”, explica el médico.
Las células aprovechan la insulina durante el ejercicio mientras que los músculos se contraen. El cuerpo necesita azúcar para cumplir con la actividad atlética y hace que disminuya la glucosa en la sangre.
Por eso, las personas diabéticas deben consultar con un especialista previo a empezar una rutina de ejercicio.
Otras hormonas que también son determinantes en el ejercicio son la antiduirética, que se relaciona con la absorción de líquidos en la vejiga y explica por qué en una rutina de ejercicios suelen dar ganas de ir al baño; así como la hormona del crecimiento, que aumenta el volumen de los músculos, huesos y colágeno.
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