EDITORIAL
A 35 años de un hito democrático
Es el ciudadano honrado, el que se levanta cada mañana a trabajar, a aportar con su mejor esfuerzo a la economía nacional, quien tiene la palabra decisiva. Su aporte fiscal, pero también de ideas serenas al debate nacional, debe ser tomado en cuenta por los partidos políticos que van a segunda vuelta.
Un nuevo rumbo de país reclama una misión concreta, un objetivo común, una metodología que no evada la transparencia y una gran causa nacional que inspire incluso en los momentos en que las dificultades, endógenas o exógenas, representen un valladar para esa enorme meta colectiva.
Esa misión concreta es, sin más adorno, proveer una adecuada oportunidad de desarrollo nutricional y educativo, con abordaje de renovación educativa libre de agendas personalistas o chantajes sindicales para todos los guatemaltecos, sobre todo los niños y jóvenes. El objetivo común es reinsertar a Guatemala en las naciones cuyo potencial natural y cultural, además de su industria, las convierte en actores competitivos dentro de diversos mercados: el turismo, la manufactura y también los servicios.
La metodología para emprender tales búsquedas requiere de probidad y manejo eficiente de los recursos del Estado, dadas las lecciones que han dejado los gobiernos de las grandes componentes se integran dentro de un propósito colectivo, que constituye una idea, una inspiración que se ha convertido en la gran ausente de los planes de gobierno precedentes y también de los que se vislumbran en el actual momento político.
Los guatemaltecos necesitan un liderazgo ético, inspirador y coherente que dirija los grandes esfuerzos nacionales en la ruta de la recuperación del aparato productivo, de la infraestructura estratégica y, sobre todo, de la reconstrucción del tejido social que permitirá un horizonte de mejor desempeño; es decir, la población en edad productiva.
El liderazgo inspirador no solo debe provenir desde la Presidencia, sino también desde el Congreso y desde el Organismo Judicial, a fin de generar una confianza sin precedentes y dar vida a emprendimientos avalados por la propia sociedad.
Una nueva vida puede ser posible para Guatemala si se ejecutan los correctivos necesarios, que implican una certeza jurídica, una aplicación de consecuencias penales para quienes han delinquido y un cambio legal que depure las vías mediante las cuales se contrate a personas en el Estado o se adjudique la obra pública.
El sistema político nacional se encuentra en un momento de gran fragilidad, que empieza a ser aprovechado por populismos de ambos extremos para pregonar un irrespeto a la institucionalidad que no puede ser tolerado por la ciudadanía responsable. Las complicaciones que han devenido a partir de los errores cometidos por funcionarios electorales en el conteo preliminar de votos se han convertido en un perverso pretexto de ataque contra todo el andamiaje democrático.
Aun así, es el ciudadano honrado, el que se levanta cada mañana a trabajar, a aportar con su mejor esfuerzo a la economía nacional, quien tiene la palabra decisiva. Su aporte fiscal, pero también de ideas serenas al debate nacional, debe ser tomado en cuenta por los partidos políticos que van a segunda vuelta. No pueden ni deben volver a cometer el error recurrente de pedir el apoyo del votante para luego darle la espalda y olvidarse de que son esas necesidades, esas responsabilidades y esas demandas las que le dan legitimidad a cualquier gobierno electo. Y eso es necesario reconocerlo en este día en que se conmemoran 35 años de las elecciones para una Asamblea Nacional Constituyente que devolvió al país a la senda democrática en 1984.