Básicamente, lo que más me decepciona es que siendo yo un hombre responsable y hogareño me haya demandado por ser un mal esposo. Y duele que en los juzgados no se preocupen de verificar si lo que llegan a decir las mujeres es cierto. ¡Solo se dedican a acusar a todo hombre que es demandado! Rina, tengo tanto que decir que no sé cómo organizar mis ideas y transmitirlas para que usted entienda qué siento en mi corazón. Ahora, el juez me impide vender mi casa que yo construí solo, con mi trabajo. ¡Estoy decepcionado de la justicia!
Respuesta: Es posible que el extracto que he hecho de un larguísimo mensaje no llegue a describir a fondo el caso de un hombre que no merece ser tratado injustamente. Su reclamo, de que la justicia no investiga a fondo las denuncias de las mujeres, es aceptable, porque la balanza casi siempre se inclina del lado de la mujer, y no todos los hombres son maltratadores. De ahí, que el hombre muchas veces sea discriminado por la propia ley y sentenciado por falta de investigación responsable. Por lo tanto, ellos tienen todo el derecho de defenderse en los tribunales.
Respecto de esa dependencia en que ha caído su esposa, como herencia de su madre, tomando a la iglesia fanáticamente, es un caso de análisis. No desde una disciplina religiosa ni menos espiritual, sino como un desajuste adictivo. Nadie que busca una religión, que depende de Dios, debe de caer en esas fijaciones que alteran la personalidad. Y eso de descuidar sus deberes de esposa es insensato. Es un mal testimonio, y el pastor debe ser orientador y un verdadero guía espiritual.
A usted, amigo, le urge buscar asesoría legal, también busque el consejo de personas honestas, y, para no caer en una crisis emocional, busque grupos de terapia. No sé, pero a mí su relato sí me inspira confianza.