Junto a dos de sus seis hermanos, desde muy pequeño Pacay recorrió senderos, sembradíos y cuestas del cerro sagrado y más alto de Alta Verapaz, a dos mil 30 metros sobre el nivel del mar, desde el cual se pueden observar varios departamentos, incluyendo la capital.
Mario Pacay, atleta.
La vista es impresionante, sin obstáculos, como las metas de Pacay, quien reconoce que como atleta hay que ver lejos y proponerse alcanzarlas, sin importar los esfuerzos que sean necesarios. “Tengo que dejar una historia y creo que se está escribiendo. Mi papá me aconseja diciendo: “Hay que dejar huella en la vida. Siempre cargo en el corazón ese consejo”, comparte.
Aspiración
“Desde antes ya lo tenía pensado, vine a esta vida por un propósito: hacer algo grande, no hacer cosas malas. Quiero ser el ejemplo para nuevas generaciones, haré algo aquí en Guatemala”, manifiesta con mucha seguridad.
El éxito de Mario Pacay ha impactado en los habitantes de su aldea, quienes se sorprenden por la presencia de personas ajenas en busca del poseedor de la mejor marca juvenil del año a escala mundial, incluyendo a periodistas, ya que el lugar solo es paso para los técnicos que reparan las antenas radiales y televisivas que se encuentran en lo más alto del cerro, así como turistas y escaladores.
Al preguntarle sobre su reciente hazaña atlética a sus 18 años, Pacay expresó: “Estoy muy contento y agradecido con Dios, por la doble participación que tuve, logrando el objetivo, reto y anhelo, dando lo mejor para mi país. Tengo el boleto en los cinco mil y 10 mil metros planos para asistir al campeonato mundial juvenil, en donde buscaré estar en los primeros tres lugares. Sé que tengo un gran compromiso con Guatemala y voy a entrenar fuerte para poder representarlos al más alto nivel”.