LA BUENA NOTICIA

Viga maestra

|

“La misericordia es la viga maestra que sostiene la vida de la Iglesia. Todo en su acción pastoral debería estar revestido por la ternura con la que se dirige a los creyentes; nada en su anuncio y en tu testimonio hacia el mundo puede carecer de misericordia”, afirma el papa Francisco (Bula El rostro de la misericordia 10). La Buena Noticia de hoy alienta el espíritu del Año de la Misericordia, que tiene por finalidad “recolocar” dicha viga maestra o fundamento propio en la vida cristiana: Jesús habla a sus discípulos en la Cena y deja “un solo mandamiento nuevo”: aquel del amor, diríamos de la “misericordia” como su identidad en el mundo. Ni celebraciones portentosas ni taumaturgias asombrosas, ni discursos impresionantes, ni ofrendas billonarias, ni un poder paralelo ante los Estados, ni la respuesta absoluta a los enigmas científicos: solo el amor es indicado como “ley nueva del mundo nuevo del Resucitado”: el amor que los hará “misericordiosos como su Padre del cielo”. Mandamiento nuevo ¿en qué sentido? Ya en Levítico 19,18 Dios pedía “amar al prójimo como a sí mismo” y también Juan 2, 7-8 dice: “No les escribo una mandamiento nuevo, sino uno antiguo”. El término griego “entolé (mandamiento) kainé (nuevo)” se refiere, como en toda la Biblia, no a un “sustituto” de lo anterior, sino de lo “antiguo llevado a su plenitud”: es “nuevo” en cuanto que el Legislador y cumplidor del mismo es “nuevo”: Cristo es el paradigma perfecto del precepto de amar, de “dar la vida” negándose al innato interés de las conveniencias personales, grupales, etc. Nuevo, entonces, por “la forma cristiana” de cumplirlo: radicalmente, misericordiosamente. Pero es posible que “la viga maestra” que debería distinguir a los cristianos se vuelva “cosa de anticuarios” (R. Cantalamessa): sí, es posible que poco a poco la Fe cristiana vaya perdiendo su “esencia” que la diferencia de todas las reacciones humanas ante las duras realidades cotidianas: pobreza, injusticia, conflictividad, corrupción, impunidad, etc. Cierto, el amor es prescrito “en primer lugar como para el interno de la comunidad”, pues dice “unos a los otros”, pero se abre al mundo como “testimonio y propuesta de otra forma de acercarse los seres humanos mutuamente”: en otras palabras, en espíritu de “hermanos”. En una época donde “la falsificación del amor” en erotismo, comportamientos antinaturales, banalidad y “sustitución del amor a la personas por el de las mascotas” (que resulta muy compensativo, pero no puede ser “amor”, sino afecto) los cristianos deben testimoniar “lo que funda su Fe”, su ser Iglesia, su ser sal, levadura y luz del mundo. Tal y como lo propone el papa Francisco a las Familias en su afrontar las duras realidades cotidianas, como “sin perder la alegría del amor” (Exhortación La alegría del amor 30), si bien ellas mismas viven los cambios de pensamiento que elevan el individualismo, el egoísmo y atentan contra el espíritu de donación, de amor (Ibid. 33). Testimoniar el amor en el mundo y sus desafíos e invitaciones al odio y a la venganza disfrazada de justicia, he ahí la tarea pendiente para cristianos con tendencias al Antiguo Testamento: he ahí la clave para sobrevivir como “cristianos de verdad”, pues pasarán las lenguas, se acabará la profecía, al final solo quedará el amor (1Corintios 13, 2).

 amons.esc@gmail.com

ESCRITO POR:

Víctor Hugo Palma Paul

Doctor en Teología, en Roma. Obispo de Escuintla. Responsable de Comunicaciones de la CEG.