La ONU dio un balance de 21 muertos, entre ellos 9 niños, en el naufragio. Un funcionario local confirmó, bajo anonimato, que los pasajeros del bote, “sumergido por una ola”, eran “bangladesíes”.
La palabra “rohingya” es tabú en Birmania, incluso para el gobierno de la premio Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi, en el poder desde hace unas semanas. Ni Aung San Suu Kyi ni ningún otro responsable birmano pronuncia el término, internacionalmente aceptado, de “rohingya”, y se refiere a ellos como a “bangladesíes”.
A los rohingya, una minoría de más de un millón de personas, instalada en Birmania desde hace varias generaciones, se los considera como inmigrantes ilegales del vecino Bangladés.
Muchos de ellos viven en campamentos en el estado de Rakhin, en el oeste de Birmania, en condiciones denunciadas por la comunidad internacional.
No tienen acceso a educación, salud ni al mercado laboral. Incluso sus movimientos son limitados. Necesitan autorización, incluso para ir a hospitales.
Fue este último punto el que originó el drama del martes. Unos sesenta rohingyas iban del campamento de Sin Tet Maw hacia la ciudad vecina de Sittwe.
“Se los había autorizado a ir por un día a Sittwe, para ir al mercado”, dijo a la AFP Pierre Peron, portavoz de la Oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA por sus siglas en inglés) de la ONU, con sede en Rangún.
La ONU lanzó a inicios de marzo un llamado de alerta sobre esta minoría musulmana, que vive en “condiciones terribles”.
Naciones Unidas dijo temer que sean olvidados en la transición política que vive el país.
La premio Nobel de la Paz es objeto de críticas en el extranjero por su silencio sobre este tema.
Más de 100.000 rohingyas viven hacinados en campamentos para desplazados desde el brote de violencia entre budistas y musulmanes que dejó más de 200 víctimas en 2012, sobre todo musulmanes.