Por lo general topan con una edificación importante como los templos católicos o conducían a alguna pila o lavadero. La mayoría se localizan en la actual zona 1. Algunos desaparecieron en las ampliaciones de calles que se han hecho a lo largo de los años.
Según el historiador Miguel Álvarez Arévalo, éstos eran destinados principalmente a viviendas. “El callejón por lo general es habitacional”, dice. Pero hoy existen inmuebles a los que se les ha dado un uso comercial, desde panaderías y tiendas de barrio hasta laboratorios clínicos, hoteles, colegios y gimnasios.
Uno de los más conocidos y probablemente uno de los más extensos es el callejón Del Fino, que se ubica en la décima avenida A. Este llegaba hasta el potrero Corona, hoy en el barrio Moderno (que topa con la calle Martí), es por esto que también se le conocía como el callejón Corona. El historiador Haroldo Rodas aporta otro dato. Al parecer, en el sector vivía el pintor Francisco Cabrera, que hacía obras en miniatura. La gente empezó a llamar al callejón con el nombre de Del Fino refiriéndose a lo fino de las obras.
El del Administrador se ubica en la 15 calle A, de la novena a la tercera avenidas. Su nombre se debe a que conectaba directamente con la finca del Administrador, en los Llanos de Gerona. La finca proveía a la población de legumbres, leche y granos básicos. Esta área fue absorbida por la ciudad en 1945.
El callejón de San Francisco se localiza en la 13 calle A, entre séptima y octava avenidas. Fue diseñado para dar directamente con la parte posterior del convento de San Francisco, en el área que actualmente ocupa la Policía Nacional Civil.
La calle del Colegio sirve de tope al callejón Mallén, en la segunda avenida A, entre tercera y cuarta calles, justo a un costado La Recolección. La calle debe su nombre a que este templo católico formaba parte de un convento conocido antiguamente como el Colegio de Cristo Crucificado de la Recolección. El callejón se denomina Mallén en honor a una familia que habitaba allí.
En el trazo de la ciudad anterior a 1871, el callejón Manchén solo comprendía de la tercera a la cuarta calles en la sexta avenida A, en lo que actualmente va de San Sebastián a Casa Presidencial. Antiguamente comunicaba del templo católico al convento de la Concepción. Los vecinos le dieron este nombre en honor a Nuestra Señora de Dolores de Manchén, que se venera en ese templo.
Otro callejón dedicado a una de las advocaciones de la madre de Jesús, la Virgen de la Soledad, corre de la sexta avenida A, entre primera y segunda calles. El libro Las calles de mi ciudad, publicado por el Banco Industrial en 1991, describe que antiguamente este callejón era concurrido por las lavanderas que iban al tanque público del barrio de los Batanecos que quedaba sobre la segunda calle. El historiador Álvarez cuenta que en 1929 un avión cayó en este sector. Al parecer fue uno de los primeros accidentes aéreos del país.
En otra parte de la sexta avenida A, entre las calles 14 y 18, se ubica el callejón Concordia. Este conduce de la Policía Nacional Civil al templo del Calvario. Ese mismo callejón, que se extiende de la 18 calle hasta el Palacio Municipal toma el nombre del callejón del Zope.
El callejón de Córdova, ubicado en la sexta avenida A, entre las calles diez y once, es hoy conocido como Callejón Tasso Hadjidodou. Aquí vivió el médico e investigador Rodolfo Robles. También se cuenta que durante la Segunda Guerra Mundial, los soldados estadounidenses que vinieron a Guatemala festejaban sus días libres en los salones del centro. En más de una oportunidad sus juergas terminaron en riñas en este pequeño tramo de la ciudad.
Dos de los callejones que ya no existen eran el de La Luna y el de Huérfanos. El primero se ubicaba en la once calle entre primera y cuarta avenidas, cerca del templo de San Agustín. Según Álvarez, en 1947 fue ampliada la once calle y se convirtió en una arteria más. El de Huérfanos se localizaba en la novena calle A, entre avenida Elena y primera avenida.