ENCRUCIJADA
Secreto bancario
Abrir una cuenta a nombre de una empresa “de cartón” en un paraíso fiscal como Panamá o las Islas Vírgenes británicas para evitar que se sepa quién es el dueño del dinero o de los activos depositados en esa cuenta va a ser muy difícil en el futuro cercano. Las empresas, empresarios y políticos guatemaltecos que lo han hecho deben resignarse: sus cuentas ya no estarán protegidas por el secreto bancario. Tendrán que divulgar a autoridades de diversos países el origen, propiedad y monto de los recursos depositados en estas cuentas. Los portavoces de los que tienen estas cuentas opacas, o los representantes de los bufetes de abogados que han creado las empresas fantasmas y que han abierto las cuentas en países como Panamá, justifican estas acciones como “legales”. Dicen responder a necesidades de privacidad y seguridad. Pero el propósito principal de estas cuentas disfrazadas es que no se sepa quién es el dueño de los recursos porque el valor del dinero que se mueve es muy alto, y es de origen ilícito o no se quiere pagar impuestos. El tema de discusión no es si tener o no estas cuentas; el tema central es si las autoridades sabrán quiénes serán sus dueños.
La percepción mundial es que por décadas se ha ocultado a los verdaderos dueños de capitales que pertenecen principalmente a millonarios y a mafias que concentran una altísima proporción de la riqueza de cada país y del mundo entero. La indignación es grande: estos personajes no pagan impuestos y evaden la justicia mientras millones de personas se mantienen en la pobreza, sin servicios básicos elementales (como la salud en Guatemala), o vieron decrecer sus ingresos ante la crisis financiera mundial. Es inmoral.
Este encubrimiento no es ético. Y a nivel mundial esto se está reflejando en presiones populares para que los gobiernos ya no toleren esta situación: deben asegurar que lo que no es ético también sea ilegal. Entre lo más dramático recientemente está la obligada renuncia del primer ministro de Islandia, cuya esposa era propietaria de una empresa fantasma con su cuenta registrada en un paraíso fiscal.
Esta amplia presión mundial viene reflejándose en legislación para prohibir estos paraísos del encubrimiento hace tiempo. Paraísos fiscales como Panamá o las Islas Vírgenes británicas ya tienen sellado su destino. Tendrán que avanzar como Suiza, que tuvo que sacrificar el secreto bancario hace años. El departamento del Tesoro de Estados Unidos también está proponiendo apretar las condiciones exigidas a cuentas de extranjeros en ese país.
Y que exista el secreto bancario en Guatemala será crecientemente inaceptable a nivel mundial. Tendrá que regularse, como ya se planteó aquí hace tiempo. Hay que aceptar que vamos hacia una situación futura en que el intercambio de información sobre cuentas bancarias entre autoridades tributarias y responsables del control del lavado de dinero en todos los países será un proceso automático, de alcance mundial. No podemos ser un país estigmatizado, al margen de las regulaciones mundiales, representado en el imaginario mundial por Marllory Chacón. La empresa del futuro ya no debe acudir a cuentas a nombre de empresas fantasmas para esconder el dinero ganado. Esa solo será una respuesta arriesgada para empresas turbias cuyos recursos tienen un origen oscuro, ilícito. Los empresarios y banqueros guatemaltecos, que en su gran mayoría generan ingresos de manera lícita, deben ajustarse a un futuro que será cada vez más transparente, para gobiernos y para el sector privado. La imagen de Guatemala lo requiere.
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