LA BUENA NOTICIA

Evangelio y política

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Inicia hoy la Semana Santa. Durante estos días, los seguidores de Jesús conmemoraremos los acontecimientos en los que se realizó nuestra salvación: la pasión, muerte, sepultura y resurrección de Jesús. Son acontecimientos de un profundo sentido antropológico, pues en ellos se revela el sentido de la vida humana ante el mal moral y la muerte. Pero son acontecimientos que también están tejidos en la urdimbre del lenguaje político.

Hoy es Domingo de Ramos. Se conmemora el ingreso de Jesús a Jerusalén. Ese ingreso fue deliberadamente planificado por Jesús para presentarse como el Mesías esperado por Israel, con todas las connotaciones políticas que dicho acto podía tener. El título hebreo Mesías o su equivalente griego, Cristo, significa Ungido. En los tiempos en que Judá era un reino independiente, ese era el título del soberano en Jerusalén, pues el acceso al trono se significaba por medio de la unción con aceite de la cabeza del rey. El título nunca perdió su connotación política, aunque su realización evidentemente se transformó. Jesús nunca renunció al título de Mesías o de Rey, pero declaró que su reino no es como los de este mundo, como el imperio romano, que se imponía por la fuerza de las armas y la ocupación militar. Dirá que su reino tiene que ver con los que buscan y escuchan la verdad; de este modo trasladaba el asunto de la autoridad del campo del poder al campo de la moral.

Pero el juicio que lo condujo a la muerte versó sobre la naturaleza política de su misión. Ante Pilato, los acusadores de Jesús adujeron que pretendía ser rey, opuesto al poder romano, que sublevaba a las multitudes. La crispación llega a tal punto que en cierto momento del juicio, cuando Pilato pregunta a las autoridades judías si Jesús es su rey, esas autoridades que acusaban a Jesús llegan a hacer una asombrosa declaración de sumisión y capitulación: “no tenemos más rey que el César”. Al final, cuando se ejecute la sentencia, sobre la cruz se pondrá el letrero: “Jesús Nazareno, Rey de los Judíos”. El letrero era una ironía. Cuando las autoridades judías piden a Pilato que lo cambie por otro, Pilato mantiene el tenor del texto, quizá porque todavía le estaba dando vueltas en su cabeza a aquella sorprendente respuesta de Jesús de que sí, él era rey, porque había venido a ser testigo de la verdad.

El libro del Apocalipsis abunda en alabanzas a Jesús como Rey de reyes y Señor de señores. ¿Qué significa ese lenguaje político aplicado a Jesús? Él declaró, en una sentencia memorable, que las obligaciones fiscales hacia el Estado no interfieren con las obligaciones religiosas debidas a Dios. Pero Jesús también enseñó que el poder político no es ni autónomo ni arbitrario. Está regido por la verdad y la ética y sometido en conciencia a Dios. Jesús es Rey de reyes en el sentido de que también quienes ejercen la autoridad política están sometidos en conciencia a la verdad moral y deben dar cuentas a Dios y a Jesucristo. Por lo tanto, según el Evangelio, la acción política no puede guiarse por criterios de eficacia y conveniencia, sino por los de rectitud y justicia.

mariomolinapalma@gmail.com

ESCRITO POR:

Mario Alberto Molina

Arzobispo de Los Altos, en Quetzaltenango. Es doctor en Sagrada Escritura por el Pontificio Instituto Bíblico. Fue docente y decano de la Facultad de Teología de la Universidad Rafael Landívar.