SI ME PERMITE
Devoción un estilo de vida
“Un hombre no vale nada si no profesa ardiente devoción a un ideal.” Roosevelt.
Para que los nuestros no tengan lástima o vergüenza de nosotros no hace falta hacer absolutamente nada más que seguir haciendo lo que nos gusta hacer, pero para revertir esa actitud debemos poner de nuestra parte y escoger qué hacemos y saber por qué hacemos lo que hacemos, y cuando menos nos demos cuenta tendremos quienes nos imiten y también habrá quienes nos admiren.
No hay mayor tristeza que pensar que estamos solos y podemos hacer lo que nos guste cuando, la realidad, estamos siendo observados, evaluados y comentados por muchos, no para rendirles cuenta, pero sí para ser de los pocos de este universo que tienen un ideal y aún poder sacrificar nuestra vida para alcanzarlo y todavía después de nuestros días vividos ser valorados como lo mejor que pudimos haber hecho.
En estos días de la Semana Mayor, recordamos al personaje que cambió el giro de la historia aun cuando sus contemporáneos no estaban muy claros con él. Pero cuanto más pasa el tiempo toma mucha más relevancia el personaje de Jesús, no simplemente como una celebración, sino para una reflexión en la cual podamos evaluar nuestro modo de vivir y pensar más allá del interés y la gratificación personal y poner valor a lo que somos y hacemos, aun cuando al principio seamos mal comprendidos y mal evaluados.
El concepto anterior tiene que ir más allá de un martirio: es la estructura de una vida de principios y valores. Si por ellos hay martirio, no habremos perdido; por el contrario, hemos afirmado una identidad y una manera de vida que llega a ser una inspiración y un modelo a seguir. Podríamos mencionar una infinidad de ejemplos que no vendrían al caso, pero cada uno de nosotros en el medio que nos movemos y estamos tenemos quienes nos inspiran, desafían y retan para no quedar donde estamos, sino tomemos otro paso para adelante.
No podemos negar que nuestro medio ha llegado a la triste realidad de una monotonía y los que la quieren superar llaman la atención, pero muy pocas veces la admiración. Es nuestro turno decidir qué hacer con la vida que tenemos, con las oportunidades que se nos presentan y con las capacidades y desafíos que tenemos por delante. Pensemos cuán preparados estamos para hacer cambios que valgan toda una eternidad.
Cuando entendemos la realidad del tiempo, la eternidad se mira muy lejana por el simple hecho de que nos perdemos al querer visualizarla y por ello es difícil apreciar hasta dónde nos puede llevar, pero se llega a ella minuto a minuto, y una acción seguida por otra. Cuando miramos atrás, el tiempo habrá transcurrido, el camino se habrá marcado y otros podrán caminar por él si hay normas que inspiran a nuestros contemporáneos.
Cuántos héroes de los cuales se elaboran discursos elocuentes y brillantes murieron en un olvido, sacrificados por sus ideales, pero hoy son modelos históricos que nos sirven para cultivar ideales que nos invitan a una constante superación.
El hecho es que en estos días de recogimiento no solemos tomar el tiempo para un análisis con la debida retrospección con la idea de evaluar si estamos haciendo la tarea que el momento presente de la historia nos está exigiendo a cada uno de nosotros. No seamos uno más de los mortales del planeta, sino seamos la persona que la sociedad necesita, aunque pareciera que no ganamos nada y que llevamos todas las de perder.