CATALEJO
La mujer y su avance social
UNA DE LAS CONSECUENCIAS más aciagas de las sugerencias y las discusiones relacionadas con la paridad forzada entre hombres y mujeres la constituye una confusión de conceptos, al considerar el desacuerdo con tal idea como un sinónimo de misoginia, es decir de rechazo o aversión a la mujer. Peor aún, se le identifica con el apoyo a un statu quo tradicional indefendible, mantenido por siglos en todas las culturas humanas, según el cual el hombre tiene superioridad intrínseca respecto a la mujer. No se piensa en la posibilidad de alguna persona, de cualquier sexo, defensora y convencida de la necesidad de crear, afianzar o mantener la igualdad de derechos de las mujeres. Tampoco se piensa en mujeres sin interés en cambiar toda esta situación.
LA PARIDAD PARA LAS mujeres, entendida esta palabra en su sinónimo de igualdad, se justifica y es indispensable en campos como el de la remuneración económica por sus actividades laborales. En Guatemala, cifras oficiales colocan a los sueldos pagados a mujeres como una cuarta parte menos de los salarios masculinos. Eso es a todas luces censurable y solucionarlo depende de varios factores, entre ellos la actitud de quienes contratan personal para cualquier actividad económica, además de un cuidadoso análisis de los niveles salariales realizado por entidades privadas y del Estado. Tal situación injusta existe en Guatemala, así como ocurre en prácticamente todos los países del mundo, aunque en algunos se presenta a un menor nivel.
EN EL CASO DE LOS DERECHOS ciudadanos, la paridad también debe existir y en ese sentido en Guatemala no existen leyes discriminatorias dirigidas específicamente contra las mujeres. El derecho al voto femenino es una realidad legal en este país desde hace muchas décadas, y fue uno de los avances logrados por los cambios legales de la Revolución de Octubre, junto con el derecho de los analfabetos a ejercer el sufragio, así como el voto secreto, no a viva voz como se hacía sobre todo en las áreas rurales. En cuanto a la participación en otras actividades, los avances de las mujeres han sido paulatinos, como por ejemplo en las universidades, donde hoy son un alto porcentaje del estudiantado, a veces mayoritario en determinadas carreras.
LOS AVANCES FEMENINOS son notorios porque han sido escasos, y provocan satisfacción en los sectores maduros de la sociedad. En el caso de Guatemala causa similar satisfacción saber de una orquesta sinfónica o de una marimba femenina, de una cooperativa campesina, por mencionar solo dos ejemplos, al azar. El camino es largo y aún falta muchísimo por recorrer, pero el avance ha logrado romper las peores barreras: las culturales, derivadas de actitudes ancestrales debidas a realidades históricas distintas. El paso del tiempo, los esfuerzos del feminismo realista y sereno, han hecho mella para bien del mundo, y este proceso no hubiera sido acelerado, estoy seguro, si se hubieran implantado cuotas o aplicado el sistema de paridad.
EN LA ACTIVIDAD POLÍTICA, el camino hacia esa paridad es más difícil. La participación femenina avanza y es imparable, como lo demuestran las mujeres convertidas en presidentas o primeras ministras. La mujer tiende a poseer valores más afianzados, talvez debido a su condición de centro de la familia, donde su papel es fundamental y se demuestra la indudable capacidad femenina para desempeñar varias tareas con eficiencia: trabajadora y madre, sobre todo cuando es soltera a causa de irresponsabilidad del varón, tan común en nuestro ambiente. La escasez de diputadas, ministras, etcétera, no se compone con cuotas, sino con una ley por la cual los partidos solo puedan nacer si llena mayor cantidad de condiciones.