Los médicos del Instituto Guatemalteco de Seguridad Social (IGSS) dijeron que tenía una masa a nivel del codo y una fractura en el antebrazo derecho. El cáncer había avanzado.
Después de superar una cirugía, Alma fue hospitalizada para someterse a un tratamiento de 12 quimioterapias.
“Cuando me operaron fue algo fuerte, pero con la quimioterapia empecé una lucha muy difícil. Yo no podía creer que tenía cáncer. Sin embargo, decidí luchar”, recuerda.
Los efectos de la quimioterapia hicieron que perdiera el cabello y las cejas. El color de su piel cambió y bajaron sus defensas.
Alma se sometió a 25 sesiones de radioterapia en el área afectada. “Salía con náuseas y agotamiento. El área que me trataron –el brazo, la axila y la mama- se me quemó. No aguantaba el roce de la ropa”, relata.
“Después de las terapias uno se quiere sobreponer pero el cuerpo no responde. Yo dejaba de comer. Todo me alteraba. Me agarré de la mano de Dios porque solo él podía salvarme”, expresa.
Apoyo incondicional
El soporte familiar fue vital para Alma, quien afirma que el tratamiento eliminó las células cancerígenas de su cuerpo pero también afectó las células buenas.
“Todos estuvieron conmigo. Hermanos, padres, hijos y nietos. Mi esposo me apoyó incondicionalmente. Eso me dio mucha fortaleza porque yo no quería morir”, añade.
Alma rogaba a Dios que le diera uno o dos años más de vida. Un día observó que su cabello empezó a crecer. “Me puse feliz. Cuando vi eso sentí una gran alegría”, recuerda.
Conforma grupo
Debido a las complicaciones que tenía porque en el IGSS no le brindaban los medicamentos, decidió formar un grupo de pacientes que posteriormente se unió con activistas de la Asociación Guatemalteca Héroes de Esperanza.
“Juntos hicimos valer nuestros derechos. Había pacientes con cáncer de próstata, pulmón, linfoma y leucemia”, explica.
Desde entonces Alma dedica su vida a defender los derechos de los pacientes y define su trabajo como una labor humanitaria.
“Me molesta que los pacientes estén suplicando para tener medicamentos. Los he visto llorar porque dicen que no quieren morir. Ellos merecen un trato digno y humano”, comenta.
Menciona que actualmente en el Seguro Social se niegan a darles medicina aduciendo que los pacientes con cáncer están al borde de la muerte. “Eso es indignante. Tenemos que pelear”, exclama.
Gratitud
Aunque ya pasaron 11 años desde que le diagnosticaron cáncer y es sobreviviente de la enfermedad, Alma no se olvida de quienes padecen dicho mal.
“Por gratitud a la vida y agradecimiento a Dios, me volví defensora de los derechos de los pacientes”, confiesa.
Actualmente preside la Asociación Guatemalteca Héroes de Esperanza y la Red Guatemalteca de Enfermedades Catastróficas, Crónicas y Degenerativas.
“Antes me preguntaba por qué a mí, por qué me dio cáncer. Ahora sé que soy un instrumento de Dios para estar al frente de estas organizaciones. Dios me trazó una misión”, dice con firmeza.