ENCRUCIJADA
El odio al enemigo
“Siembra vientos y cosecharás tempestades”. Los discursos racistas de odio frente a los inmigrantes musulmanes en Europa o en contra de los hispanos en los Estados Unidos son vientos que se están sembrando. El discurso del odio es intolerante, incluye amenazas e insultos en público e incita a la violencia. Está asociado al racismo y a posiciones políticas de extrema derecha, neonazi. Lleva a tempestades: inspira a individuos y a organizaciones radicales para que actúen violentamente. Hace poco un parlamentario alemán denunció a la policía por su inacción ante discursos de odio que dieron lugar a violencia en contra de migrantes. Y el discurso de Donald Trump amenaza con que la persecución en contra de migrantes centroamericanos en los Estados Unidos se vuelva no solo arbitraria sino también violenta.
El discurso del odio existe en Guatemala. Vivimos una guerra que generó miedo, rabia y mucho daño e injusticia: es normal que estuviera acompañada de odios. Pero lo ocurrido en esa guerra también debiera servir de advertencia para no generar nuevos odios. Quedan las grandes heridas del pasado, y debe reconocerse su existencia y no olvidarse, para no repetir esa etapa de barbarie que experimentamos. Una de las lecciones que surgen de nuestra historia es que no debemos reproducir ese odio, ni magnificarlo. Las manifestaciones de abril a agosto del año pasado demostraron cómo la acción cívica, con respeto y tolerancia, es posible en Guatemala. Durante las manifestaciones hubo protesta y críticas duras, merecidas, pero el discurso del odio estuvo ausente. No hubo insultos públicos, llamados a la discriminación ni incitaciones a la violencia, características del discurso del odio.
Pero lamentablemente continuamos presenciando a víctimas del discurso del odio. Una víctima reciente es Daniel Pascual, cuyo liderazgo campesino e indígena disgusta a muchos. Lamentablemente algunos de aquellos disgustados por sus posiciones también lo consideran un enemigo, sujeto al odio, como si debiera ser suprimido. Chantal Mouffe, académica en el mundo de la filosofía política, reconoce que es muy difícil que en sociedades democráticas y plurales surjan consensos, y que es normal que estén sujetas a frecuentes diferencias y conflictos. Explica que las instituciones democráticas y los ciudadanos tienen que manejar estos conflictos para evitar desbordes violentos y crisis que terminen con la democracia. Deben considerar a los rivales como adversarios y no como enemigos.
Los sectores acostumbrados a divulgar el discurso del odio en Guatemala, y a considerar a Daniel Pascual como un enemigo en una guerra en vez de tratarlo como un adversario en una democracia, generan grandes riesgos con su discurso. Siembran vientos. Aunque no aprieten el gatillo crean peligros de que otras personas u organizaciones desaten la violencia en contra de defensores de los derechos humanos o de líderes campesinos e indígenas como Daniel Pascual. Con sus discursos amenazan a la democracia: generan peligro de desbordes sociales, inestabilidad y crímenes. El asesinato reciente de la lideresa indígena y ambientalista de Honduras, Berta Cáceres (43 años, con cuatro hijos), se inserta dentro de un proceso similar de generación de odio y de incapacidad de concebirla como adversaria que una democracia debiera no solo tolerar, sino proteger. Su asesinato es un síntoma del fracaso de la democracia en Honduras. El discurso del odio contra Daniel Pascual también pone en peligro no solo su vida, sino también a nuestro imperfecto régimen democrático.
fuentesknight@yahoo.com