Los fieles están invitados, cada uno a su modo, a hacer penitencia, pero el Miércoles de Ceniza, el Jueves Santo y el Viernes Santo son los días obligados de ayuno, o al menos deberían serlo para los católicos. Los otros viernes de Cuaresma también son de abstinencia —no comer carne—, según antigua práctica del pueblo cristiano.
“Es un ejercicio espiritual para vencer los impulsos desordenados, como cuando Jesús, después del ayuno, rechazó las tentaciones del diablo”, explica Cristóbal Ramírez, sacerdote de la parroquia Nuestra Señora del Carmen. “Los creyentes buscan estar en mayor comunicación con Dios”, agrega.
Aunque el católico de 18 a 59 años debiera cumplir el ayuno, según Ramírez, la Iglesia no manda privarse totalmente de alimento, sino hacer una comida grande al día, por ejemplo en el almuerzo, y comer poco en el desayuno o la cena, de acuerdo con su condición física.
“El ayuno fortalece el espíritu, al dedicar el tiempo en que se debería comer a la oración”, asevera Hugo López, pastor de la Casa de Dios.
Otras iglesias
Esta práctica es común en otras iglesias cristianas que tienen diferentes formas de ayunar; no solo en Semana Santa, cuando se recuerda la muerte de Cristo, comenta López. Existen personas que deciden dejar el alimento por el tiempo que lo consideren; por ejemplo, una vez a la semana o cada mes.
Algunas congregaciones lo hacen al principio del año. Antes de los retiros pasan una semana de santificación, cuando cenan algo liviano o hacen una comida al día. Al disminuir de manera paulatina la cantidad de alimentos, el cuerpo se prepara, añade López. La primera comida después del período de ayuno debe ser ligera, como verduras o frutas —que no sean ácidas—, para que el estómago se acostumbre de nuevo al alimento, afirma.
También se practica un ayuno que consiste en alimentarse solo con vegetales y agua durante 21 días. Si el feligrés tiene alguna enfermedad, se le pide no ayunar o que lo haga como pueda sobrellevarlo, para que el cuerpo no sufra un desbalance, dice López.
El cuerpo usa reservas
Durante el ayuno se producen cambios fisiológicos y limitaciones que varían con el tiempo y con las reservas energéticas de cada individuo. El cuerpo almacena proteínas, carbohidratos y grasas, y al privarse de alimentos estas mantienen el equilibrio del organismo, expone la nutricionista clínica Andrea García.
El ritmo del metabolismo disminuye —como mecanismo compensador— y aumentan los niveles de hormonas y enzimas que darán lugar a la producción de energía para que el cuerpo sobreviva al ayuno.
La experta aconseja que esta abstención no sea prolongada y que se mantenga hidratado el cuerpo —tomar al menos ocho vasos de agua al día—. Al terminar el período se debe reponer la alimentación con una dieta completa y balanceada, que contenga carbohidratos, proteínas, grasas, frutas y vegetales.
No se recomienda el ayuno a embarazadas, diabéticos, hipoglucémicos o a quienes padecen una enfermedad grave, agrega García. Si el ayunante empieza a observar síntomas como mareos, taquicardia, debilidad muscular, palidez y sensación exagerada de hambre, debe abandonar de inmediato la medida, para no poner en riesgo su salud.
Muchas personas consideran que el cuerpo se purifica cuando se deja de comer. Sin embargo, García afirma que los mecanismos del organismo que eliminan las toxinas continúan funcionando durante el ayuno, como lo harían regularmente, y privarse de alimentos no ayuda a la desintoxicación.
El ayuno beneficia el alma, según creencias religiosas, pero se deben tomar en cuenta las recomendaciones, para evitar inestabilidad física.
Opciones
Menús sugeridos al terminar el ayuno.
- Desayuno: una taza de leche descremada, una taza de cereal y un banano.
- Refacción: una taza de fruta y un yogur sin grasa.Debe tomarse una sopa o consomé con poca grasa para que sirva de base para la siguiente comida.
- Almuerzo: cuatro o seis onzas de pollo a la plancha, una taza de vegetales al vapor, media taza de arroz integral y una tortilla de maíz.
- Cena: un omelette —un huevo, una rodaja de jamón de pavo y media taza de champiñones—, salsa de tomate natural y media taza de frijoles.