La selección brasileña adoptó desde 1914 el blanco como su color original.
Cinco años después, en 1919, ganó su primera Copa América -entonces se llamaba Campeonato Sudamericano- con una equipación muy parecida a la que usará este viernes en el que es el torneo de selecciones más antiguo del mundo.
Aquel título conseguido en el estadio de las Laranjeiras de Río de Janeiro, construido ‘ad hoc’ para el campeonato, significó el inicio de la triunfante historia de Brasil.
En aquella época, el futbol era una afición solo reservada a las clases más pudientes. Las gradas del Laranjeiras estuvieron copadas de embajadores, ministros, diputados y comerciantes.
El delantero Friedenreich se encargó de democratizarlo al ser la gran figura del torneo y anotar el único tanto de la final contra Uruguay en el minuto 123.
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El blanco siguió identificando al combinado nacional hasta el Mundial de 1950, una mancha eterna en el expediente de la hoy denominada Canarinha.
Era el primer mundial que organizaba Brasil. Llegaron a la final con la vitola de favoritos, se veían ya con su primera estrella. El rival, Uruguay; el escenario, un Maracaná a reventar; y la camiseta, blanca.
Amanhã a #SeleçãoBrasileira vai carregar a história na camisa! Time vai reviver o passado com a camisa branca que foi usada antes da famosa amarelinha. ⚪🔵
Antes da partida, nossos atletas experimentaram o novo uniforme! #JogaBola pic.twitter.com/WI43ufF2CV
— CBF Futebol (@CBF_Futebol) June 13, 2019
Todo se puso de cara con el gol de Friaça, pero después vino la remontada de los charrúas y la desolación absoluta.
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La derrota de los dueños de casa por 1-2 pasó a la historia del fútbol como el “Maracanazó” y provocó un sentir general entre la afición brasileña: el blanco daba mal fario y había que desterrarlo.
Para la siguiente cita mundialista se abrió una votación en el periódico de Río “Correio da Manha”, en la que se eligió la célebre camiseta verde y amarilla como el uniforme principal del equipo.
El cambio dio resultado en el medio plazo y la selección ganó su primer mundial en Suecia 1958, con un jovencísimo Pelé, quien después repetiría en Chile 1962 y México 1970 para poner su nombre y el de Brasil en el Olimpo del futbol.
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