La hija de Inocenta, Bianca, desapareció en el 2009 cuando tenía 25 años y la última persona que la vio con vida fue el hombre con el que se había casado tres años antes, al que la justicia apenas investigó.
La de Silvia, Grisel Paola, tenía 16 cuando fue vista por última vez a la salida de la preparatoria Allende de esa localidad del norte de México, amante del corrido, el cantante Juan Gabriel y los burritos, y fronteriza con El Paso (Texas, Estados Unidos).
Imelda Marrufo, coordinadora de la Red Mesa de Mujeres de Ciudad Juárez, que aglutina a diez organizaciones que buscan justicia para esos casos, cree que el fenómeno, aunque no tan fuerte como en años anteriores, sigue vigente y seguirá siéndolo mientras no haya un verdadero cambio de mentalidad de las autoridades y de la sociedad.
- En video vea: “El Papa termina gira mexicana en Ciudad Juárez”.https://www.youtube.com/embed/yG2kpPxjWBc
Por un lado existe “una cultura que permea a todas las instituciones y personas en donde es posible matar y violentar a las mujeres por el solo hecho de ser mujeres” y las considera de esta forma “desechables”.
Y existe también “negligencia y responsabilidad de las instituciones del estado que no generan condiciones para poder erradicar el fenómeno”, además del “lenguaje sexista en la televisión” con “mensajes de discriminación” y arquetipos que “cosifican el cuerpo” femenino.
En vísperas de la llegada del Papa el miércoles, en la última escala de su gira de cinco días por México, esta red de grupos civiles organizó una tímida protesta en un descampado, detrás de una gasolinera, en la avenida del aeropuerto local, a punto de ser cerrada por militares por el paso del santo padre en su papamóvil.
Allí, Inocenta dice estar perdiendo “la confianza en la justicia” al comprobar que a su yerno, que ella señala como posible responsable de la desaparición de su hija, se le investigó “pero no como debería de ser”.
“Dicen que no le pueden sacar nada, que no pueden hacer nada”, pero la madre no les cree.
La mujer quiere pedirle a Francisco “que interceda” por ella “para ver si por medio de él viene un milagrito de lo alto” que la pueda “ayudar a encontrar” a su hija.
“Dice la autoridad que no hay violencia en Ciudad Juárez, pero siguen desapareciendo niñas y siguen familias sufriendo como nosotros estamos sufriendo sin tener ninguna respuesta”, denuncia.
Marrufo recuerda que “en el 2012 y el 2013, en la zona del Valle de Juárez fueron localizados muchos restos pertenecientes a 26 mujeres de la ciudad, de edades entre 13 y 16 años”.
De ellas “varias fueron desaparecidas víctimas de trata y después asesinadas en la misma zona” , habitual paso de la ruta de los migrantes sin papeles a Estados Unidos.
Opina que ha habido “un avance significativo” con la creación de centros de justicia para las mujeres de Chihuahua, el estado al que pertenece Ciudad Juárez, y una fiscalía especializada en delitos de género, pero aún hay “mujeres que tienen que esperar hasta mes y medio por casos de violencia”.
Además, pese a que en el 2015 hubo 46 feminicidios, menos que en el mayor pico registrado entre el 2008 y el 2010, que fue el peor año con más de 300, “el año pasado la urbe ocupó el cuarto lugar de México con mayores delitos sexuales”.
Silvia, la más joven de las dos madres entrevistadas tiene 36 años, sigue teniendo esperanza en que su hija está viva.
De ella solo habla en presente y con el conocimiento de causa que solo una madre puede tener de su hija, especialmente cuando habla de aquel fatídico 22 de junio en que desapareció.
“La esperábamos, no llegó y la empezamos a buscar, a preguntar con sus amigos y no tuvimos razón de ella”, recuerda.
“No se fue por su voluntad, a ella le pasó algo, no era vaga ni salía de su casa”, enfatiza, cada vez más emocionada.
Silvia se queja de que las autoridades “no han hecha nada” y “todo lo que se tiene es porque uno investiga, pero no por ellos”.
“No entiendo por qué dicen que Juárez está ya sin violencia cuando hay muchas niñas desaparecidas”, denuncia también.
Para soportar el drama que vive dice apoyarse en los dos hijos que le quedan.
Y de la visita del papa Francisco espera “unas palabras de aliento, de consuelo”, y que “por medio de él las autoridades busquen” a sus hijas.
“Nos quitaron un pedazo de nosotros y seguimos en pie, en la lucha”, concluye. Y rompe a llorar.