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Estado Islámico: la familia esclavizada por el grupo extremista que se reencontró después de 5 años

Cientos de rehenes del autodenominado Estado Islámico (EI) han sido liberados desde la caída del "califato".

Fuerzas combatientes kurdas respaldadas por Estados Unidos declararon la derrota territorial del grupo extremista en marzo, tras enfrentarlos en las afueras de Baghuz, Siria, considerado como su último bastión.

Entre los prisioneros de EI había decenas de yazidíes, miembros de una minoría cristiana que fueron capturados cuando los militantes arrasaron con su pueblo en Sinyar, en el norte de Irak, en agosto de 2014. Naciones Unidas considera el ataque de EI en Sinyar como el inicio de un “genocidio” contra este grupo étnico.

EI consideraba infieles a los yazidíes, por lo que asesinó a muchos de los hombres, sino la mayoría de ellos, y esclavizó a las mujeres y los niños. Solo algunos de los prisioneros sobrevivieron al cautiverio al que los tuvieron sometidos los combatientes de EI.

Quentin Sommerville, reportero de la BBC, habló con una familia de Sinyar que salió viva de esta pesadilla y acaba de volver a reunirse en Alemania.

Cuando Estado Islámico ocupó Sinyar, los militantes tomaron, entre cientos de personas más, a Fawzía -que estaba embarazada- y a tres de sus hijos como esclavos y los llevó a Siria.

Su esposo y padre de sus niños, Alaa Elias, pudo escapar.

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Fawzía fue liberada después de un año de vivir como esclava de Estado Islámico.

“Nos pidieron que les diéramos nuestro oro, dinero y teléfonos. Dijeron que cualquiera que se rehusara, le dispararían. Hicimos lo que nos pidieron”, cuenta Fawzía a Sommerville.

“A cada hora venía EI y se llevaba a mujeres jóvenes y separaba a los niños de sus madres”, añade.

“Éramos forzados a vivir en desgracia y humillación”, señala. “Nos trataban como ovejas”.

“Un día me dijeron ‘un hombre te ha comprado'”, recurada. “Yo les dije que prefería que me mataran a irme con ese hombre”.

El cautiverio de Fawzía fue una tortura diaria, cuenta Sommerville en el programa The World, de Public Radio International (PRI). Las esposas de los combatientes eran especialmente crueles.

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Estado Islçamico atacó Sinyar en agosto de 2014.

“Un combatiente en Raqa, Siria, me compró como esclava para su esposa. Era muy mala y trataba de manera horrible a mis hijos. Los golpeaba y los encerraba en el baño”, relata Fawzía a Sommerville.

Fawzia fue vendida seis veces. Después de un año, fue vendida sin sus hijos.

Poco después, separaron también a los hermanos.

Noches de lágrimas

Una parte de la familia volvió a encontrarse cuando Fawzía y dos de sus hijos (uno nacido durante el cautiverio) fueron liberados en 2015 tras el pago de un rescate de US$20.000.

Un video grabado con un celular muestra el momento de su liberación. Los tres pudieron reunirse con el padre, Alaa Elias.

Fawzía y su esposo recibieron asilo en Alemania, pero el estar a salvo no supuso ningún alivio para ellos.

Sus hijos mayores, Nashaat y Jolene, seguían en manos de EI.

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Nashaat cuenta a la BBC que había una persona que siempre golpeaba a los niños esclavos de EI.

“No pasaba ninguna noche sin lágrimas. No podíamos disfrutar la comida o comprar ropa bonita para los otros niños”, cuenta Fawzía, que dio a luz a un niño más. “Fueron los años más difíciles”.

Pero la familia se uniría otra vez, casi cinco años después de ser secuestrados.

Un pan una vez al día

En marzo de 2019, con la ayuda de un traficante de personas y el pago de otro rescate, encontraron a Jolene, ahora de 9 años, en Irak.

Poco después encontraron al mayor, Nashaat, en Baghuz, Siria, donde EI sufrió su última derrota, y lo reunieron con Jolene en Irak.

En abril, Sommerville habló con el menor sobre su cautiverio, que duró casi cinco años.

“Compraban a las mujeres para hacerlas esposas, tomaban niñas o mujeres de cualquier edad”, le dijo Nashaat, ahora de 11 años, al reportero.

“Nos compraban a nosotros los niños sin importar la edad, y nos hacían sirvientes”, contó el menor. “A sus niños los trataban bien, pero a nosotros nos hacían dormir afuera. No sé por qué nos compraban si no querían cuidarnos”.


Nashaat y su hermana Jolene se reencontraron en Irak antes de reunirse con su madre, Fawzía.


“Había una persona que siempre nos golpeaba. No había comida por meses, solo un pedazo de pan una vez al día”, detalló.

Separado de su familia, EI obligó a Nashaat convertirse al islam.

“El trauma que (Nashaat) soportó es casi inimaginable”, dice Sommerville a The World, y el final del grupo extremista fue un horror que ningún niño debe soportar.

“Esa noche todo estaba rojo, por todas partes”, le dijo Nashaat al corresponsal de la BBC, recordando el asalto final contra EI. “En la mañana todo estaba quemado, casas y carpas”.

Pero ahora el niño ya está a salvo.

Reencuentro

En mayo, Fawzía voló de Alemania a Irak para reunirse con Nashaat y Jolene, los dos hijos que le faltaban.

Cuando los vio por primera vez en cuatro años (desde que se separaron ya siendo esclavos), los recibió con una lluvia de besos, abrazos y lágrimas.



Fue un momento muy esperado para una familia que se rehusó a perder la esperanza.

“Después de mucho tiempo pueden dormir sin miedo bajo el mismo techo”, dice Sommerville.

“EI trató de destruir a esta familia, trataron de borrar al pueblo yazidí, pero fracasaron”, señala. “Pero tomará generaciones para que se recuperen del dolor que les causaron”.

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