EDITORIAL
Guatemala necesita un gran sueño nacional
Existen numerosos aforismos referentes a la transformación de problemas en oportunidades, y en un país como Guatemala, que vive las consecuencias de tantos abordajes diletantes de los desafíos sociales, económicos y de desarrollo, se hace necesaria una renovación del Estado, no solo en cuanto a gobernantes, sino también respecto de la actitud ciudadana. Si bien la administración pública posee sus propias características y exigencias, una de las principales acciones para su reinvención radica en un cambio en la perspectiva de aproximación a los problemas, un plan creativo y sistemático de trabajo, colaboración interdisciplinaria con enfoque en resultados y, principalmente, un liderazgo institucional ético.
Ninguno de tales factores es imposible de hallar. Armar el conjunto debe ser la labor de las personas que salgan electas en los comicios del próximo domingo, tanto en el Ejecutivo como en el Legislativo y las alcaldías. Por lo tanto, el análisis crítico del votante debe centrarse en la trayectoria, la capacidad demostrada, la coherencia de vida y palabras, acreditación profesional y propuesta de gobierno expuesta en diversos foros. La falta de competencias administrativas, de inteligencia emocional o de tolerancia a las ideas distintas constituyen elementos a considerar en la decisión que marcará el futuro personal, pero también el de hijos y nietos.
Recientemente el presidente del Banco de Guatemala, Sergio Recinos, ofreció una visión macroeconómica del país que brindaba algunas razones para la esperanza, en el sentido de que la actividad económica del país presenta signos de relativa estabilidad que podían ser mejor aprovechados a futuro para lograr crecimiento y mayor incidencia en la disminución de la desigualdad. Las remesas enviadas por connacionales desde Estados Unidos, la recuperación del crédito y del sector de la construcción, así como la poca inflación, son algunos componentes con base en los cuales el experto avizora una ventana de mejora.
Independientemente de las acciones inmediatas que se requieran en el nuevo gobierno, el mayor desafío es generar una visión compartida, un gran ideal nacional que aglutine los esfuerzos. Ahí entran tres preguntas: ¿Cuál debería ser esa meta nacional enunciada en una línea? ¿Cómo sería la fotografía de ese objetivo si pudiera hacerse realidad sin obstáculo alguno? ¿Cómo podrían aprovecharse al máximo los recursos naturales y humanos para construir ese proyecto?
Es primordial, señalan los impulsores de la conversión de problemas en oportunidades, formular el objetivo en un enunciado claro y simple, una imagen global que inspire y que obviamente va mucho más allá de personas, organizaciones políticas o sectores. Esta idea inspiracional no es formulación de soluciones ni un listado de medidas, sino un propósito de cumplimiento previsto.
Guatemala tiene una posición geopolítica inigualable, reservas forestales dignas de ser protegidas y aprovechadas de forma sostenible; tierras fértiles, gente trabajadora, un poderoso bono poblacional de juventud, imanes turísticos de talla mundial, brillantes exponentes del arte, la ciencia y el emprendedurismo. Si a estas ventajas competitivas, que son tan solo algunas de las muchas existentes, se les suma el acompañamiento de la cooperación internacional, una constante depuración del Estado y una dirección política honesta, el gran objetivo intergeneracional podría llegar a ser el próximo milagro económico del mundo, en un mundo que no está acostumbrado a los milagros.