URBANISMO Y SOCIEDAD
¿Será un año nuevo urbano?
Los partidos políticos pareciera que han desaparecido y ya no cuentan ni para la Presidencia, con lo cual las políticas urbanas se han quedado sin rumbo, desligadas de la problemática a nivel nacional. Desde 1980, con la incursión de las iglesias fundamentalistas dentro de los poderes políticos, todo es algo confuso y se nota en el desorden que se padece en la capital, pues las acciones y direcciones urbanas están más dentro del campo de lo político religioso y no en lo técnico. Los aspectos sociales del urbanismo se enmarcan en la influencia del “fundamentalismo” de la capital y otros ayuntamientos, así como otras organizaciones gubernamentales (Crónica 11.96).
El desarrollo metropolitano del POT del 2006, a pesar de que la Municipalidad de Guatemala invitó a las municipalidades vecinas, en mancomunidades sectoriales, que serían inicialmente Villa Nueva, Mixco, su influencia fue muy limitada. Esta idea desde que empezó a funcionar se encontró con dificultades de establecer políticas nacionales y regionales, pues la Constitución, en el artículo 231, “establece lo relativo a la organización administrativa de la región metropolitana que debe ser determinada por una ley”, y hasta la fecha esta no ha sido emitida. Pero tampoco la municipalidad lo ha querido y ha mantenido dominando su pequeño espacio territorial metropolitano, la capital, por medio de sus políticas fundamentalistas, pues es lo que la ha mantenido en el poder.
Aquel EDOM 1972-2000 con las políticas de desarrollo metropolitano respondían a aspectos ideológicos de otra índole, que no coinciden con las de fundamentalistas. Estas eran de dos tipos: “carácter orientador y carácter normativo. Aquí ya entran en conflicto con los fundamentalistas, pues las políticas de carácter orientador son aquellos esquemas o modelos capaces de dirigir el desarrollo en partes de estudio y/o trabajo —sectores y/o zonas urbanas— dentro de los campos de estudio, que no eran nada fundamentalistas. Y sobre todo la población, el uso del suelo, zonificación, reestructura urbano metropolitana, estructura social, áreas problema, áreas homogéneas, estructura y función económica y base económica, empleo y productividad, administración y desarrollo, accesibilidad que respondían: como carácter orientador y normativo. Y será precisamente aquí donde ya entran en conflicto con los fundamentalistas.
Las políticas de carácter orientador como los esquemas o modelos capaces de dirigir el desarrollo en partes y/o trabajo-sectores y/o zonas urbanas, no son fundamentalistas. Y sobre todo en los que respecta a la población, uso del suelo, zonificación, reestructura urbano-metropolitana, estructura social, áreas problema: áreas homogéneas, estructura y función económica: base económica, empleo y productividad, administración y desarrollo, accesibilidad”, que era lo que planteaba este estudio. Este proceso urbano era más científico y abarcaba todas las variables del área metropolitana. “Era un sistema más orientador, con recomendaciones, alternativas, objetivos y metas”.
Pues el movimiento fundamentalista se contrapone a cualquier doctrina que se considera esencial y este concepto fue aplicado, desde un principio, por los movimientos ultraconservadores dentro del protestantismo. El fundamentalismo es antes que nada una “religión política,” actitud opuesta a cualquier tipo de cambio y propugna por la conservación. Son principios considerados fundamentales por su religión o doctrina política. En cierto sentido, así también la Iglesia Católica ha dejado de ser para Estados Unidos un aliado poco confiable.
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