CON OTRA MIRADA

Antigua ¿neourbanista?

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La sede de la Capitanía General del Reino de Guatemala, asentada en Panchoy, se desarrolló entre el 10 de marzo de 1543 y el 29 de junio de 1773, cuando fue parcialmente destruida por los terremotos de Santa Marta. El feroz capitán general Martín de Mayorga ordenó su traslado y mandó a destruir sus más emblemáticos edificios para obligar a los vecinos a trasladarse al nuevo asentamiento en La Ermita.

Con el abandono, la naturaleza hizo su tarea invasiva, cubriendo de vegetación los pequeños y grandes vestigios de calles, casas y otras edificaciones; muchos barrios desaparecieron. Con la Revolución Liberal de 1871, algunas propiedades de origen religioso, entonces del Estado, pasaron a manos de particulares. La ciudad adquirió un nuevo valor. Sus grandes conjuntos monumentales convertidos en ruinas ofrecieron el inusual marco para el resurgimiento derivado del cultivo del café, en el que se sustentó la economía de la naciente República. Luego vino el turismo.

Su emplazamiento fue resultado de las Ordenanzas de Nueva Población y Fundación de Felipe II, de mayo de 1576. La poca pendiente sur-poniente del valle favoreció la distribución pública y domiciliar del agua, así como la evacuación de la llovida, pero sobre todo, óptimas condiciones para trazar la retícula ortogonal hacia los puntos cardinales, con pocas limitaciones para su crecimiento; al sur destaca el Volcán de Agua, principal mojón natural que la distingue.

La traza empezó con la Plaza Mayor, conformada por Catedral, Real Palacio, Ayuntamiento y Portal del Comercio. Alrededor de las plazas menores o atrios de los templos se organizaron los barrios para las familias más importantes. Afuera de ese perímetro se crearon otros barrios, siempre alrededor de una plaza y su templo, hoy llamados aldeas. Se trata de estructuras urbanas y espaciales que gozan de organización social y constituyen unidades con su propio carácter e idiosincrasia.

Antigua, como otros casos de ciudades históricas, es ejemplo de uso del suelo. Los llamados neourbanistas descubrieron el modelo y lo consideran digno de replicar, a fin de hacer vivibles los nuevos asentamientos, no dependientes del automóvil, propiciando desplazarse a pie: 10 minutos desde el centro a la periferia y 20 de un extremo al otro. ¡Magnífica solución para esos desarrollos y aplausos para sus ocupantes, quienes sin duda vivirán mejor! Querer implantar el patrón en Antigua Guatemala no tiene sentido. Sería una burla al origen de su inspiración.

La Ley protectora definió los conceptos teóricos y filosóficos sobre conservación y desarrollo. Como resultado de años de experiencia propia y ajena tengo claro que la conservación de la histórica ciudad alcanzará su grado óptimo cuando las ‘aldeas’ sean sujeto de desarrollo y sus características sean descubiertas y puestas en valor. Las actuales fincas, algunas potencialmente urbanizables, suelen estar alrededor de estas, por lo que en su planificación sería bueno considerar su existencia como unidades urbano-culturales, en descargo a la temprana planificación decretada por Felipe II. Su sola integración permitirá obtener mejores resultados y rentables beneficios. No hay que tener miedo a mezclarse con los demás.

ESCRITO POR:

José María Magaña

Arquitecto -USAC- / Conservador de Arquitectura -ICCROM-. Residente restauración Catedral Metropolitana y segundo Conservador de La Antigua Guatemala. Cofundador de la figura legal del Centro Histórico de Guatemala.