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El achiote, saborizante precolombino

En la ribera del río La Pasión, en el norte del país, crecen unos arbustos que miden unos cuatro metros de altura y se distinguen de su entorno por sus hojas ovaladas y sus vainas con espinas color rojizo: es el achiote.

Las vainas de achiote contienen las semillas que luego de secadas son comercializadas.

Las vainas de achiote contienen las semillas que luego de secadas son comercializadas.

La Bixa orellana es un arbusto de las áreas tropicales de América, cuyo nombre científico se le otorgó en el siglo XVI, por la familia botánica a la que pertenece (bixáceas) y por el español Francisco de Orellana, explorador y conquistador en la época de la colonización.

Desde la época prehispánica se ha usado como saborizante y colorante. Se cree que también lo empleaban para darle una tonalidad rojiza a la bebida de cacao, así como a sus esculturas de barro, entre otros.

Jorge Requena, quien se dedicó a comercializar este producto, explica que en la actualidad se cultiva, específicamente, en las comunidades de San Sebastián y el Pato (Petén); en San Isidro y La Unión, Alta Verapaz, ubicadas en la orilla del río La Pasión; y en áreas de los municipios de Lanquín, Cahabón, Raxruja, Chisec y Sayaxché.

Nicholas Hellmuth, uno de los más fervientes investigadores y fotógrafo de esta semilla “encontró varias referencias de esta especia, en los registros sobre pueblos en la región de las Verapaces”, indica el sitio maya-archaeology.org.

Comidas y medicina

Es el condimento indispensable del precolombino kak’ ik, al que tampoco le puede faltar una buena pizca de chile cobanero. “Sin estos dos ingredientes este platillo prehispánico solo sería un caldo amarillo, sin color y sabor, que no despertaría el hambre”, comenta Gerardo de León, vecino de Cobán, Alta Verapaz.

Requena, quien también comercializó este producto con un empresario estadounidense cuenta que, algunas veces, escuchó que en ese país lo empleaban como ingrediente en la dieta de los salmones rosados cultivados en estanque, para acentuarles el color.

Sus hojas, semillas y corteza también son utilizadas por sus propiedades medicinales, no solo por los pueblos mayas, sino también por algunos de América del Sur como los incas. Las hojas maceradas son buenas para combatir las infecciones de la piel y, asimismo, un excelente antiséptico vaginal. Además, son útiles —en infusión— para el tratamiento de la hepatitis, según el sitio web medicinasnaturistas.com.

Como cataplasma sobre la frente sirve para aliviar dolores de cabeza, y como emplasto, para cicatrizar heridas y quemaduras. Se aconseja hacer gárgaras con la infusión de sus hojas para combatir las inflamaciones de la boca y la garganta.

Pese a sus múltiples usos, su cultivo se está reduciendo, según Requena, debido a los precios bajos pagados a los agricultores, quienes reciben, aproximadamente, Q250 por quintal.

En el sur

En los países de América del Sur se le conoce como uruncú, onoto, urcu, mashú y achihuite, entre otros nombres.

En Perú, por ejemplo, se le encuentra en las montañas del Amazonas, San Martín, Ayacucho y Cusco. Sus semillas son utilizadas como colorante natural. Algunas tribus indígenas emplean los granos para pintarse el cuerpo.

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